Negarlo todo

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Pasó hace unos días. Muchos en el universo de lo noticioso. ¿Para qué leer un periódico de ayer?, canta Lavoe. Y sin embargo, las palabras quedaron ahí, repitiéndose en un bucle sin fin, como debería de ser. Tanta infamia no merece caer en el olvido.

¿De qué estoy hablando? De lo que dijo Néstor Morales, director de la franja de noticias mañanera de Blu Radio. “¿Usted podría jurar, asegurar, que esas personas encontradas en La Escombrera no fueron enterradas ahí por sus familiares?”, le preguntó a uno de los artistas que había pintado el mural de la discordia, ese que dice “Las cuchas tienen razón”. Eso fue el 14 de enero.

Lo dijo así, sin sonrojarse, soltó al aire una pregunta llena de veneno y perfidia. No podía ignorar el personaje lo que su pregunta encerraba. En la fila del negacionismo, Néstor Morales no es el único, ni el primero. Tampoco será el último.

Pero los hechos son tozudos, como la memoria de las madres que buscan a sus hijos debajo de la tierra, de toneladas de tierra. “Confirman que cuerpos hallados en La Escombrera presentan tiros de gracia y son de víctimas de desaparición entre 2002 y 2003”, tituló El Colombiano el pasado 23 de enero.

Hay más: “Las estructuras óseas halladas presentan signos de violencia, como lesiones compatibles con proyectiles de arma de fuego, específicamente tiros de gracia”. Y todavía más: “En al menos uno de los casos, existe evidencia suficiente para afirmar que la víctima fue reducida a un estado de total indefensión y sometida a malos tratos, sin descartar la comisión de torturas”.

Desmentido el periodista —o por lo menos eso espero, aunque no hacía falta—, sigue la batalla del relato, porque en este país en guerra consigo mismo desde siempre, no nos faltan razones para elegir orillas desde donde zaherirnos.

La de ahora es la de las cifras, la de las fechas. Que los restos no son tantos, como si eso le restara maldad o importancia; que los asesinos no fueron estos sino aquellos, como si eso reviviera a los muertos. Que los hechos no son los hechos, porque contradicen lo que siempre se nos ha dicho.

Y detrás de todo, el mismo fin: negarlo todo. La evidencia, los reclamos, la memoria… Reescribir lo que haya que reescribir cuantas veces haya que hacerlo hasta que diga lo que ellos quieran. Ya no sueñan con un orwelliano Ministerio de la Verdad, porque no les hace falta. Algunos, como Morales, tienen ya el micrófono, la desfachatez y la audiencia.

Lo malo para él —y para quienes se le parecen o lo imitan— es que este país está repleto de fosas y de víctimas que los desmienten. A veces tarda. Otras, apenas se requieren unos días para que queden en evidencia la tramoya y la ruindad.

Otros escritos de este autor https://noapto.co/mario-duque/

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