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La política, como tantas otras cosas, ha quedado muchas veces reducida a fórmulas casi robóticas de mensajes hechos a la medida de sus receptores. Se dice lo que cada persona quiere oír y esto se hace basados en millones de datos obtenidos de todo el trazo de nuestra actividad en la red, con metadatos, algoritmos y demás. Ya no son tan importantes las ideas, los valores, las visiones del mundo, sino el conocimiento y la capacidad para utilizar unas herramientas tecnológicas.
En ese contexto, también hay muchas personas que siguen creyendo que lo que se dice importa, que la verdad importa, que la ética importa. Termina siendo prácticamente una quimera hacer política construyendo argumentos a partir de la realidad. Este tipo de personas, aunque minoritarias, no son exclusivas de un sector político, podría decirse que el respeto por la verdad y la lucha contra la corrupción, es el punto de encuentro que existe o puede existir entre diferentes fuerzas en Medellín.
Si tomamos eso como un mínimo, debemos entender que en muchas otras cosas vamos a pensar diferente. Yo entiendo que, cuando se habla de unir a Medellín en torno a un proyecto de ciudad que permita no solo quitarle el poder a Quintero, sino construir un camino hacia la Medellín del siglo XXI, se está hablando de convocar a un sector muy amplio de la ciudadanía y no solo a los mismos de siempre. Es el camino si queremos que Medellín avance en superar la desigualdad, la inseguridad, la violencia, el hambre, la desnutrición infantil, la corrupción y el cambio climático.
Que no estemos de acuerdo en muchas cosas significa que tenemos que ser capaces de trabajar en medio de la diferencia. Hacer política con personas que piensan absolutamente igual a uno es fácil, lo difícil es ser capaz de hacerlo con los que piensan diferente.
Esta semana con la polémica aprobación de las vigencias futuras a Quintero para que contrate con presupuesto del 2023 y el 2024, quedó en evidencia la inmadurez de muchos de los que decimos que pertenecemos al grupo que describí previamente. Ante opiniones muy diferentes sobre aprobar o no esas vigencias, en redes y grupos salieron insultos y descalificaciones, ridiculizando la posición opuesta. Desde el absurdo de negar la existencia de la oposición en el concejo cuando todos hemos visto los debates y las denuncias, hasta afirmar que, prácticamente, solo los concejales pueden opinar porque son los que han recorrido la ciudad y conversado con la comunidad. En otras palabras, nulo respeto por el pensamiento opuesto.
Este tipo de conductas tumban puentes y facilitan la derrota en el 2023, además reflejan que estamos muy lejos de ser capaces de construir en medio de las diferencias. Seremos la oposición de Venezuela, peleando por pequeñeces mientras el tirano se hace fuerte.
Por supuesto que hay gente capaz de expresar su desacuerdo de manera contundente y sin ataques personales, pero en general el ambiente es como de trincheras, aún en lo que tendría que llegar a ser el mismo bando. Tanto hablamos de la riqueza de la diferencia pero salimos a destruir a la persona que piensa o actúa diferente.
Estamos en pañales.