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El pasado miércoles 13 de septiembre, la iniciativa Hablemos Medellín presentó el primer informe de análisis de las conversaciones que durante junio y julio de este año adelantaron más de 1.520 personas sobre qué querían cambiar, mejorar o mantener en la ciudad. El informe presenta seis hallazgos, aprendizajes y análisis interesantes de las conversaciones, y ocho mandatos ciudadanos, esto es, pedidos que los participantes hicieron a la sociedad como agendas relevantes de trabajo colectivo. Hablemos Medellín no solo confía en la relevancia de la conversación como mecanismo de consulta, sobre todo, es una oportunidad para consolidar la democracia; su impronta en la participación la convierte en una iniciativa de innovación democrática que nos dice cosas muy importantes sobre la ciudad en la que vivismo y los ciudadanos con los que vivimos. Así las cosas ¿qué nos dice el informe sobre Medellín?

El primer hallazgo señala que la conversación ordenada y moderada como las de esta iniciativa puede ayudarnos a reducir la polarización política. En efecto, los participantes en Hablemos Medellín, que se encontraban durante un par de horas con tres o cuatro extraños para hablar de asuntos públicos, salían de los encuentros con una menor percepción de polarización de la que entraban. El segundo hallazgo nos presenta las diferencias en las conversaciones de los adultos con los más de trescientos niños, niñas y adolescentes que participaron en las conversaciones. La niñez habla mucho más de medio ambiente, preocupada por la calidad del aire, el cuidado de los animales y las basuras en las calles. El tercer hallazgo define un mapa de los protagonistas del cambio social, los conversadores responsabilizan más que a cualquier actor a la Alcaldía de Medellín y otras entidades y actores públicos y políticos en las transformaciones necesarias de la ciudad, sin embargo, confían poco en que harán lo necesario para que las logremos.

El cuarto hallazgo es el de las diferencias por zonas de la conversación. Es el caso de temas como la falta de atención a habitantes de calle, que se concentra en la zona Centroriental y Noroccidental, el Metro, del que se habla en la Nororiental y Suroccidental. También para mirar las coincidencias. De la seguridad y el gobierno se habla en todas las zonas. El quinto hallazgo se refiere a las emociones que suelen usar las personas en Medellín cuando argumentan con otros. En las conversaciones, cuando hablaban de cambiar o mejorar algo, las personas solían usar referencias al miedo, la decepción o el disgusto, y al hablar de mantener algo, apelaban a emociones como la empatía, la confianza o la tranquilidad. Finalmente, el sexto hallazgo recoge las conversaciones que, aunque no hayan sido las más frecuentes, fueron importantes. Las personas hablaron sobre género, en particular preocupados por la violencia contra las mujeres, hablar sobre discapacidad, señalando la necesidad de más accesibilidad, hablaron de los adultos mayores, pidiendo mejor acceso a servicios de salud, y hablaron de grupos étnicos, específicamente de la vulnerabilidad de las poblaciones indígenas de la ciudad.

El informe también presenta ocho mandatos ciudadanos, agendas colectivas que las personas que conversaron señalaron como importantes para actores políticos, sociales y económicos de la ciudad. Por supuesto que por esta época resultan relevantes para los candidatos a la alcaldía y al concejo, pero son mucho más que eso. Al dar una idea sobre la ciudad que se sueñan (y la que temen) los medellinenses, los mandatos son una agenda colectiva de ciudad. Son para todo.

El primer mandato es una Medellín sin miedo, que atienda problema de seguridad como el hurto, la percepción de inseguridad y la violencia contra las mujeres. El segundo mandato es una Medellín educada y cívica, que se preocupe por mejorar la oferta de educación superior, trabajar por la educación cívica y movilizar la cultura ciudadana. El tercer mandato es una Medellín transparente en la que los gobiernos locales y sus gobernantes alineen su trabajo con el interés colectivo. El cuarto mandato es una Medellín más verde, tomando acciones respecto a la contaminación del aire, la siembra y cuidado de los árboles, y la buena gestión de residuos. El quinto mandato es una Medellín que atienda al habitante de calle, y que asuma la responsabilidad de una oferta institucional y social que supere el abandono en el que está esta población. El sexto mandato es una Medellín en movimiento, que gestione mejor el sistema de transporte público y mejore el flujo de los tiempos de desplazamiento en la ciudad, también, que defina una ruta clara para el uso y consolidación del Metro de Medellín. El séptimo mandato es una Medellín bella, que recupere la infraestructura y mejore el ornato y aseo. Y el octavo y último mandato, una Medellín con turismo responsable, que defina bien las maneras en las que va a gestionar las consecuencias negativas que también trae el aumento del flujo turístico en la ciudad.

Otros escritos de este autor: https://noapto.co/santiago-silva/

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