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Minciencias tiene abierta la convocatoria para evaluar a los grupos de investigación y a sus participantes. Dice el documento que uno de los propósitos del Ministerio “es el fortalecimiento de la capacidad científica, tecnológica, de innovación, de competitividad y de emprendimiento”. Para ello, entre otras políticas y estrategias, diseña los modelos de medición.
Este en particular tiene como objetivos específicos: 1) identificar a los grupos de investigación, desarrollo tecnológico e innovación, es decir, saber cuáles están reconocidos formalmente. 2) Clasificar a los grupos según los parámetros de medición. 3) Identificar a los investigadores, según el tipo: emérito, sénior, asociado o júnior. 4) Identificar características para establecer fortalezas. 5) Generar estadísticas confiables.
Todo muy normal dentro de este tipo de convocatorias: con lo profundo y superficial que podamos opinar sobre estos procesos de medición. Sin embargo, hay una novedad maravillosa y es que, por primera vez, se incluye la posibilidad de evaluar a mujeres que fueron madres durante el periodo de observación: enero de 2019 a diciembre de 2023.
El enfoque es absolutamente significativo porque los ámbitos de la academia y la investigación, propios de los seres humanos, reflejan con precisión nuestras virtudes y vicios. Se anhela que sean espacios para la reflexión y para la práctica, donde los principios éticos y de bien común empujen los desarrollos científicos, y estos, finalmente, redunden en mejores condiciones de vida para todos.
Hay logros, claro. Sin embargo, en más de un escenario, la vida académica se infecta de nuestros egoísmos y soberbias. Ha sido criadero de afanes de reconocimiento que enceguecen. Cuando salió la noticia del enfoque diferencial para incluir en la medición a las investigadoras madres, más de uno (y dolorosamente, más de una) se envalentonaron diciendo que era un enfoque discriminatorio.
Pierden de vista que el mismo modelo de medición empuja a competencias intensas que abren las encrucijadas: ¿trabajo por mí o por el grupo?; ¿pesa más la investigación o la publicación?; ¿la medición considera las habilidades particulares o las homogeniza?; ¿puedo ser investigadora y ser mamá, al mismo tiempo?
Y esta última duda, en particular, es determinante. Es, sobra decirlo, una pregunta que pocas veces se hacen los hombres. Si el camino de la academia es exigente para las mujeres, la combinación con la maternidad lo convierte en una cuesta muy estrecha y empinada.
Y la pendiente se hace más resbaladiza cuando, algunas mujeres, en vez de dar la mano para que todas avancen, deciden desde sus puestos de poder, poner zancadillas y empujar para que quienes deciden ser madres abandonen la ruta.
Celebro que, en este caso, las investigadoras y académicas que deciden ser madres sean ponderadas y reconocidas. Si se trata de cumplir con los objetivos de la convocatoria, es maravilloso que el cuarto objetivo específico considere entre las fortalezas a mujeres que responden con entereza, sin ingenuidad, la encrucijada: sí, mamá e investigadora, al mismo tiempo.
Otros escritos de esta autora: https://noapto.co/maria-antonia-rincon/