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Daniel Palacio

Los países que deciden ser competitivos

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"El suelo de algunos países produce cepas de vino de mayor calidad. Pero en algunos casos no es tan claro que el proceso sea espontáneo: Israel es un gran exportador de cítricos, pero hasta hace unas décadas no era así."

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En numerosos modelos económicos, ser competitivo en la producción de un bien es algo que está determinado por factores externos. Puede ser por la cantidad de trabajo o la cantidad de capital con la que cuente el país; si las manufacturas demandan trabajo, entonces los países con trabajo abundante podrán vender manufacturas baratas. De forma análoga, para los automóviles, que utilizan intensivamente el factor capital, serán más competitivos los países con abundante capital, que a su vez, redunda en automóviles baratos.

De ahí el argumento que a menudo se suele formular para países como Colombia, con grandes recursos naturales y tierras fértiles, que el país debería apostar a “la agroindustria”, a la “exportación de frutas y verduras”. Es una visión en la que las características que el “universo” confirió a cada país determinan el patrón de especialización productiva que debería seguir.

Por muchas razones, este argumento se cae. Primero, ninguna nación era “naturalmente” competitiva en ninguna de las actividades que hoy son protagonistas de la economía mundial. Ni Alemania fue siempre buena en autos, ni China en industria, ni Japón en robots. Las bondades que hacen a estos países eficientes en su nicho son el fruto de proyectos de sociedad para establecer ventajas en un sector económico. Cuando estas acciones incluyen la acción de un estado, se le llama política industrial.

La política industrial apunta a todo lo necesario: crear los puentes, las carreteras, los puertos, garantizar las fuentes de energía barata y el aprovisionamiento de materias primas, formar el capital humano necesario (ingenieros, técnicos, doctores), crear regulaciones para la propiedad intelectual e incentivos a la investigación y desarrollo… es de todo, menos un proceso pasivo. Es proactivo y holístico.

Algunos países parecen tener una ventaja “caída del cielo”: la tierra de los Andes colombianos es particularmente buena para el cultivo del café arábica suave. El suelo de algunos países produce cepas de vino de mayor calidad. Pero en algunos casos no es tan claro que el proceso sea espontáneo: Israel es un gran exportador de cítricos, pero hasta hace unas décadas no era así.

Incluso en algo que parece venir dado por las circunstancias, más allá de nuestro control, como lo son las dotaciones de petróleo o de minerales con las que cuenta cada país, también dependen de lo que haga cada sociedad. Un caso es el de Estados Unidos, que pasó de ser el primer importador de petróleo a no importar, gracias a la revolución que significó la técnica de extracción del gas de esquisto. Como la tecnología para extraer el hidrocarburo avanzó, las reservas disponibles también. O sea que el petróleo con el que cada país cuenta no depende solo de la lotería de repartición al inicio de los tiempos: es también una función de la tecnología disponible.

En los sectores industriales, es todavía más claro que un país solo puede ser competitivo si crea las condiciones materiales para ello. Japón y Corea son un fascinante ejemplo, por lo bien que se ha documentado el diálogo entre sector privado, gobierno y academia, mientras estos países se insertaban en actividades trascendentales de la economía mundial, como la producción de acero, barcos, y electrodomésticos. Ninguna de estas naciones se destacaba en la elaboración de estos bienes antes de que tomaran la decisión de incursionar en esos sectores. Esto fue deliberado.

Esto tiene que retar la narrativa de las ventajas competitivas como resultado de la adopción de políticas de mercado. Solo porque los agentes económicos de un país actúan según los incentivos derivados del mercado y de la propiedad privada, no van a surgir espontáneamente las fábricas, las líneas de ensamblaje de autos, los astilleros.

Algunos bienes son demasiado costosos de desarrollar para el sector privado, algunos bienes públicos (como puertos y carreteras) no suelen ser producidos por empresas debido a las altas inversiones y al problema del polizón (se puede construir el puente o la carretera, pero siendo privado, no puede garantizar que todo el mundo le pagará), y por último, si un privado se quiebra, desaparece si no hay quién le ayude (que tire la primera piedra el gobierno que nunca haya salvado una empresa).

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