Los enemigos internos del mercado. Parte II

Los enemigos internos del mercado. Parte II

Escuchar artículo

“Las empresas solo tienen una única responsabilidad social: utilizar los recursos propios y promover actividades que aumenten los beneficios, siempre y cuando cumplan con las reglas de juego, es decir, que compitan abierta y libremente sin engañar ni cometer fraude” Milton Friedman.

En la primera de las dos partes de este escrito, contextualicé el tema y plateé la hipótesis de que si bien la economía de mercado tiene muchos enemigos y amenazas externas, con las internas es suficiente para autodestruirse, aunque haya aguantado todo tipo de enfermedades autoinmunes o se mantenga en pie poniendo en riesgo la estabilidad social, como puede verse en la región y el planeta.   

Igualmente, prometí que en esta segunda parte iba a enunciar y describir algunas de sus principales enfermedades, para ver si tal hipótesis era válida o no y adelanté quizá la principal y más genérica de las amenazas: el modelo económico dominante es básicamente antimercado y neoconservador, por más que se recubra con la astuta etiqueta de neoliberal.  

Pues bien, antes de hacer una lista de las amenazas más significativas a la economía de mercado, debo hacer dos acotaciones. En primer lugar, aclaro que este modelo no va a autodestruirse, simplemente porque “la clase ociosa” que lo promueve y sostiene es demasiado poderosa y la mayoría de seres humanos, con el arribista que llevamos dentro, la queremos emular antes que acabarla, como planteaba Veblen. En suma, lo sostenemos casi todos.

La segunda es una alusión muy básica sobre mercado: lo entiendo como un encuentro de oferentes y demandantes, o de vendedores y compradores, en la que caben no solo las empresas y sus clientes, sino también la competencia, los empleadores, los trabajadores y los proveedores, entre los agentes más conocidos. Por eso, entre sus enemigos y amenazas internas estamos todos, en varias de las siguientes categorías. 

  1. Los depredadores del planeta. Todos los que en calidad de consumidores o de empresarios no tenemos consciencia planetaria y atentamos permanentemente contra nuestra “tierra-patria” como la llamó Morin. De eso no se salva ni la economía de intangibles y digital, porque siempre tendrá un soporte material. No es sino conocer la cantidad exorbitante de energía que consume la famosa “nube”.
  • Los carteles empresariales. Que aniquilan la competencia y regulan los precios a su antojo en una especie de dictadura de la oferta sobre la demanda, con un efecto catastrófico sobre las mipymes, a las que le limitan la entrada al sector o les imponen condiciones desconsideradas como proveedores o clientes. Tenemos decenas o centenas de carteles en Colombia y el mundo, mientras nos llenamos la boca hablando de la importancia de la competencia y de ser competitivos, cuando muchas empresas lo que quieren es eliminarla.
  • La corrupción privada. Aclaro que toda corrupción es privada, porque los corruptos no suelen democratizarla. Pero si nos referimos a la que no es estatal, es más grande que la corrupción pública, a la que alimenta y en la que se encubre, pero con la que suele ser cómplice. Redactan casi todas las leyes del país y los pliegos de condiciones de la contratación a su medida, para que el funcionario respectivo firme y publique. Por eso es que en tantas ocasiones aparece como legal, aunque sea espuria. El caso de Odebrecht es apena la punta del iceberg y casi nunca hay pensa ejemplares ni se recupera los billones perdidos.
  • Las reformas tributarias regresivas. En la que pagan impuestos los que menos tienen o deben pagar y se exonera a quienes más pueden pagar, asfixiando a la clase media trabajadora y a las mipymes. Hay decenas de billones de exenciones tributarias que fueron otorgadas sin propósitos claros o que, aun teniéndolos, no cumplen con la misión para la cual fueron concedidas, con lo cual se generan serios desequilibrios de mercado, para no decir injusticias, porque me tildan de comunista. 
  • El capitalismo financiero y el sector financiero. Que subordinan el desarrollo industrial a la especulación en bolsa o por otras modalidades, porque es una vía más rápida para “crecer” y luego “caer”. Quieren volver todos los negocios financieros, porque en ese casino no tienen pierden. Con tasas de interés y de intermediación escandalosas, el sector financiero colombiano es de los más leoninos del planeta y de los más abusivos con las mipymes y los consumidores, a los que asfixian con créditos que en la actualidad alcanzan tasas efectivas anuales de interés del 33.32%.
  • Las contrarreformas agrarias y rurales. Realizadas por terratenientes, paramilitares y guerrilleros, o en contubernio entre ellos, no importa si en ocasiones hay que llegar al desplazamiento o a la expropiación. Se dedican a acumular tierras con mínima o nula productividad, obstaculizando de paso el desarrollo agrario, rural y local. Son los principales enemigos de las propuestas de reformas rurales y agrarias y combinan todas las formas de lucha para evitarlas.
  • Los que violan sistemática y deliberadamente los derechos de los consumidores. Consagrados o no en el estatuto de la materia, con cláusulas leoninas, aun siendo legales algunas, o que simplemente se limitan, cuando mucho, a pagar unas sanciones irrisorias por los derechos violados, como en el reciente caso en el que la Supertransporte impuso multas a 19 aerolíneas por las cláusulas abusivas por un total de 1.478 millones de pesos, que deben ser los centavos de todo lo que nos robaron a los pasajeros con dichas cláusulas.
  • Los que abusan de los empleados o les violan sus derechos. Empezando porque creen que les hacen un favor al “darles” empleo, como si esto no fuera un intercambio o un contrato entre “iguales”. Pagan 8 horas y asignan trabajo para 16, especialmente a los mandos medios, al mejor estilo de la plusvalía absoluta que denunciaba Marx. Otros precarizan el empleo con formas abusivas de contratación y de paso se asegurar de limitar cada vez el derecho a la libertad de asociación o sindicalización, que es para el trabajo el equivalente a la libertad de empresa para el capital.
  • A los que sistemáticamente y solapadamente cohonestan con el narcotráfico. De manera directa “lavando” plata o haciéndose los de la vista gorda con el tema, porque están convencidos de que sin la plata del narcotráfico este país se quiebra. Son demasiado miopes y no dimensionan los costos diferidos de la tragedia social que genera este “negocio”.
  1. Los trabajadores corruptos y los improductivos que parasitan. Los hay en todos los niveles de las organizaciones. Los primeros tienen negocios en los negocios, desangrando, más que a las empresas, a los ciudadanos del común y a los consumidores, a quienes se les terminan cargando esos “costos ocultos». Los segundos, sin ser corruptos, son sistemáticamente improductivos, y su ineficiencia termina pagado por los demás agentes del mercado y, sobre todo, por sus compañeros de trabajo. Son corresponsables los directivos que alcahuetean esta improductividad. 

Si Friedman, padre del “neoliberalismo” contemporáneo, viviera y conociera este decálogo de factores, lo suscribiría y concluiría conmigo que aquí, salvo excepciones, no hay economía de mercado. Somos, básicamente, un país antimercado.  

5/5 - (1 voto)

Compartir

Te podría interesar