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Durante los últimos días el velo democrático del gobierno populista de Gustavo Petro se ha roto. No queda duda ya sobre su intención de erigirse en Dictador y perpetuarse en el solio presidencial. Sus declaraciones y el accionar delictivo de sus funcionarios constituyen una ruptura constitucional de facto. Revisemos los pasos que ha venido recorriendo el país en su camino hacia la tiranía.

En principio, basta fijar la atención sobre la voracidad y el apetito de poder en Petro, cada vez más peligroso y sintomático. Su reiterada autoproclamación como representante del “pueblo” ha adquirido la forma del culto a la personalidad del líder, un rasgo de psicología de masas que es posible evidenciar en los distintos totalitarismos padecidos por la humanidad desde el siglo pasado, y los cuales han terminado en el exterminio de millones de personas. Cada discurso, cada gesto, cada promesa vacía está diseñada para anular la crítica y silenciar la disidencia.

Así mismo, el poder legislativo en nuestro país ha sido cooptado y deslegitimado. A través de una red de sobornos, contratos y cuotas burocráticas, Petro ha conseguido que representantes y senadores se sometan a su designio. Por otro lado, la Fiscalía, lejos de ser un órgano independiente que garantice justicia, recibe órdenes y actúa bajo el mandato de Presidencia. Sus investigaciones y acciones son dictaminadas desde Casa de Nariño. Este control sobre el aparato judicial le permite al presidente perseguir a sus opositores y garantizar la impunidad de sus aliados. Tal estado de cosas demuestra, a todas luces, que el sistema de pesos y contrapesos está roto.

Los casos de corrupción del gobierno Petro son también una evidencia clara de su despotismo. Los dineros del narcotráfico que ingresaron a su campaña presidencial, los más de 380.000 millones de pesos robados de la UNGDR, junto a otros 15 escándalos acontecidos en menos de dos años, son la radiografía de un régimen corrupto hasta la médula. La descarada apropiación de los recursos públicos por parte del Régimen son una bofetada a la dignidad de una sociedad llena de carencias y necesidades, donde cientos de miles de personas apenas y pueden llevar un bocado a su mesa. Empero, son el mecanismo para aceitar la maquinaria corrupta en las regiones y garantizar su obediencia.

El ataque permanente a los medios de comunicación es otro de los pilares de esta dictadura en ciernes. Petro ha emprendido una guerra sin cuartel contra la prensa libre, calificando a los periodistas independientes como enemigos del “pueblo”. La censura y la intimidación son las armas con las que intenta acallar las voces críticas, consolidando un relato único y distorsionado de la realidad, en el cual juega un papel fundamental el supuesto “golpe blando” con el que delira Petro desde los tiempos en que fuera Alcalde de Bogotá.

Igual de grave es también el escalamiento de la violencia armada bajo el actual gobierno, producto de su connivencia con las estructuras mafiosas. Petro ha brindado un apoyo frentero a estos grupos criminales, como el levantamiento de órdenes de captura y el cese al fuego unilateral, lo que les ha permitido consolidar su poder territorial y operar con total impunidad. Porque favor con favor se paga. Petro busca convocar una constituyente sin el trámite de los requisitos de ley, con la cual espera garantizar su permanencia en el poder, y para esto necesita la ayuda de las armas del narcotráfico, que coaccione a las comunidades y genere un clima de zozobra y temor.

No podemos seguir siendo espectadores pasivos de nuestra propia destrucción. La historia nos ha enseñado que la libertad no se mendiga, se conquista. Nos corresponde a nosotros defenderla con firmeza. Es hora de elegir: libertad o tiranía.

Otros escritos de este autor: https://noapto.co/julian-vasquez/

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