Las élites que necesitamos

Las élites que necesitamos

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Hace un tiempo escribí una columna en la que hablaba de la necesidad de que en Colombia
tuviéramos mejores élites. Mencioné en ella a la ley de hierro de las élites, una teoría que sostiene la
inevitabilidad de que en las formaciones sociales se conformen grupos que controlen el poder
político, económico y cultural. Ante esta circunstancia ineludible, conviene que estas élites asuman
responsabilidades en la construcción de una sociedad más o menos ordenada, que garantice
bienestar a la totalidad de sus ciudadanos. Sobre eso pensé aquella vez.
La semana pasada, escuchando el ex ministro Luis Carlos Valenzuela, volví a esas ideas. Mi
intuición inicial frente al asunto es que las élites en Colombia estaban en deuda con la construcción
de una mejor sociedad. Valenzuela observa la cuestión de las élites de manera ingeniosa. Su
análisis va al fondo del asunto. La cuestión no es tanto el comportamiento de las élites sino la
configuración misma de la sociedad colombiana, y en general de las sociedades globalizadas
contemporáneas.
Vivimos en un país cuyo valor más celebrado es la acumulación de riqueza. El éxito social lo
determina la cantidad de dinero que se tenga. En la escala social, le ofrecemos el lugar más alto a
aquel que consiga atiborrar su cuenta de ahorros. Nuestros mejores hombres y mujeres son quienes
tienen más posesiones. No lo son los más inteligentes, o los más virtuosos, o los más bondadosos.
No lo son quienes han entregado su vida pulir un arte, como el de gobernar, por ejemplo.
La sociedad colombiana, y en general, las sociedades de consumo contemporáneas, creen que
bienestar es sinónimo de dinero. Que hay una relación proporcional entre riqueza y bienestar. No es
así. Y no es que esté haciendo un panfleto del voto de pobreza, ni de desprecio a los ricos. El dinero
es un medio para obtener bienes y servicios necesarios para el bienestar. Pero las representaciones
sociales actuales distorsionan su importancia. El mercado con su propaganda construye el relato de
que consumo es felicidad y nuestra dopamina llega a altos niveles cuando damos clic en comprar.
Las élites son consecuencia de los valores sociales que persigue una sociedad. Las nuestras, en
ese sentido, son élites del dinero. La tarea más importante que tiene el gobierno de Colombia, dice
Valenzuela, es la transformación de los imaginarios sociales. La dependencia más importante, por
tanto, es el Ministerio de Cultura. Desde allí es posible empezar una conversación que resignifique el
éxito social, que plantee unos ideales sociales que no estén absolutamente determinados por la
acumulación de dinero. La virtud, la belleza y el amor social, por ejemplo.
Las mejores élites aparecerán cuando se construya una sociedad bien ordenada. Menos ocupada de
acumular dinero, y más consciente de la generación de bienestar social. Las mejores élites son
consecuencia de una mejor sociedad. Valenzuela me lo hizo ver con claridad.

Acá pueden escuchar la entrevista que Andrés Acevedo le hizo a Luis Carlos Valenzuela:
https://www.youtube.com/watch?v=XPdrE1TRmfg

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