Hagamos un balance de lo sucedido ayer. ¿Qué tipo de país vimos? En las movilizaciones (desfiles, en realidad, porque la Movilización es un acto contra el Establecimiento, no bajo su mandato) convocadas por Petro, su gobierno intentó demostrar poder popular, buscó aparecer investido de la legitimidad de las multitudes, pero quedó en evidencia, por el contrario, que el suyo es un gobierno de minorías fanatizadas, alimentadas y nutridas en número por los empleados públicos y la elite burocrática del Santismo- Petrismo. Pero nada más que eso!
Ayer 18 de marzo unas 70.000 personas marcharon en Colombia, apenas un 0.13% de los 52.5 millones de habitantes que tiene el país. En Antioquía, con 7.2 millones, se movilizaron unas 13 mil personas. Petro intentaba una tormenta, pero no pasó de un simple murmullo, pues para el colombiano de a pie eso del día cívico es palabrería vacía, a la cual no se le presta mucha importancia.
Pero los números no mienten, y la narrativa del gobierno se estrella contra la fría matemática. Lo que aconteció ayer no fue un clamor popular, sino un simple ritual de obediencia de los contratistas estatales y del movimiento obrero y estudiantil, el cual no tiene mayor significación desde hace más 12 años, y que se plegó completamente a este gobierno, perdiendo toda autonomía y legitimidad. Petro, en su afán de disfrazar su soledad con el bullicio de la fiesta, hizo una marcha, sí, y pese a contar con todo el engranaje de una maquinaria estatal que depende del capricho del caudillo, de su aparato de propaganda, en términos puros y reales, no movilizó a nadie distinto de sí mismo o su cenáculo, no convocó a la otredad, no fue más allá del mismo espíritu de rebaño que viene desplegando desde el 2018, y que llega a su ocaso.
En Antioquia, mientras esas 15 mil personas (siendo muy generosos con la cifra) salían o eran llevadas a la movilización, el campesinado, los comerciantes, los obreros y empresarios, vivimos nuestro día al margen del espectáculo político que es farsa y opereta. El Antioqueño entiende que la prosperidad se conquista con esfuerzo; no con populismo, sino con disciplina. Y sabe también que todo bien material o espiritual se funda sobre la Libertad, de la cual, un Estado parasitario como el que hoy gobierna, es el peor enemigo.
El presidente seguirá en su delirio convocando espectros. Lo cierto es que en las calles no hay una revolución, no la que él espera. Y esto debe enviarle también un mensaje sin ambages: Petro no cuenta con las bases sociales para seguir extorsionando a Colombia con un “estallido” social. Tal vez logre hacerlo con la mano mafiosa y corrupta que lo abriga. Pero en todo caso no tendrá legitimidad. Ojalá llegue a entender el presidente que la voz que verdaderamente suena yace en el silencio, en esos millones de hogares colombianos que hoy ejercimos nuestra ciudadanía trabajando, enseñando, pensando un futuro mejor para Colombia, aquellos que no buscamos guerra, muerte o confrontación, pero que somos mayoría, somos multitud. Ojalá lo entienda Petro.
Otros escritos de este autor: https://noapto.co/julian-vasquez/