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La idea de libertad es una de las convicciones humanas más fuertes. Nos aterra sentir que nos están limitando nuestra libertad de alguna manera, pues afecta una de las características que nos hace humanos: la dignidad. La esclavitud, los secuestros, los abusos de poder, las cárceles: hacen parte de las prisiones físicas y tangibles que hemos creado y que, entre muchas otras cosas, generan una misma experiencia en los implicados: una pérdida de identidad y dignidad.
Por eso es que a partir de eso han nacido muchas de las revoluciones, guerras y cambios más significativos a nivel sociedad. No estamos dispuestos a soportar que limiten nuestra libertad de movimiento y expresión. La abolición de la esclavitud, los derechos laborales, la lucha contra el racismo y cualquier tipo de discriminación son los ejemplos más claros.
Aún tenemos muchos retos de casos en los que desafortunadamente sigue pasando, como ciertas dictaduras, empleos abusivos, relaciones tóxicas, discriminación y guerras. Pero creo que vivimos en una época en la que la gran mayoría de personas tenemos cierto nivel de autonomía y libertad, más que en casi cualquier otro momento de la historia. Tal vez solo comparable a cuando vivíamos como nómadas.
Lo que no nos damos cuenta, es que muy fácilmente nos dejamos quitar la libertad de otras maneras. Una libertad mucho más importante y significativa que la del cuerpo: la libertad de la mente. Ahí se incluye la atención, el pensamiento, la forma de expresarnos. Hasta la personalidad.
Si alguien entregara tu cuerpo al primero en llegar, te indignarías. Sin embargo, tú entregas tu mente al primero que pasa. Pues basta que cualquiera te insulte para que te sientas injuriado y confundido. ¿No te avergüenzas de ello? – Epicteto
Los medios de comunicación, las redes sociales y el internet son los reyes ahora. Todos de alguna manera les entregamos nuestra libertad de elección. También las grandes marcas, los famosos, los políticos y las tendencias están en la competencia.
No solo como dice Epicteto. También nos quitan la libertad cuando hacemos “parte del sistema” como opción por defecto y sin mucha reflexión. Estamos en trabajos, compramos cosas, pagamos cuentas, viajamos a los mismos lugares, escuchamos la misma música. Mientras menos haya que pensar esas decisiones, mejor. Pero ¿para quién? No precisamente para quien la toma.
Independiente de que las teorías de conspiración sobre el control social sean ciertas o no, lo que sí creo que es fundamental y valioso es tener la capacidad de pensar por uno mismo a partir de lo que cada uno considera importante. Ahí creo que está la libertad. La verdadera.
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