La vida cambia en un instante

– No tengo miedo.

Esa respuesta fue otra demostración de su talante. Meses antes, había recibido el diagnóstico de cáncer terminal y, desde entonces, compartió la noticia y el proceso de la enfermedad a través de distintas columnas y entrevistas. 

La profesora Tatiana Andia, de 45 años, falleció el 26 de febrero, haciendo uso del derecho a morir dignamente. Con su ánimo de docente nos mostró a los colombianos que “saber vivir es también saber morir, aunque la sociedad contemporánea nos enseñe muy poco de esto último”. 

Dedicó buena parte de su actividad profesional a investigar sobre el sistema de salud y era experta en la regulación de precios de medicamentos. Frente a la enfermedad, que apareció y avanzó velozmente, ella tomó decisiones con la determinación que dan la sensatez, la dignidad y el conocimiento. Porque para vivir y para morir son útiles el pensamiento constante, refinado; la conversación, la relación con otros. 

La profesora lo demostró: la experiencia se nutre del pensamiento y el pensamiento de la acción. No somos seres aislados, ni podemos dividir aquello que llamamos razón de las emociones. Nuestras decisiones se componen de todo lo que somos.  Vivir es combinar nuestras potencias de sentir, razonar y actuar, sabiendo que todo confluye. Como ella misma lo recordó: ser «sentipensantes». 

En general, no sabemos cuándo llegará la muerte. Eso nos genera angustia y dolor; la incertidumbre nos conmociona, sobre todo, cuando imaginamos el momento final de los seres amados. Somos muy frágiles, muy vulnerables. Ahora, tener la opción de decidir sobre la fecha y la forma de morir es un derecho aún poco conocido. En Colombia, como lo indicó la profesora Andia, estamos muy avanzados en la legislación al respecto y organizaciones como la Fundación Pro Derecho a Morir Dignamente (DMD) asesoran y acompañan el acceso a la eutanasia. 

La profesora Tatiana puso en la agenda nacional las críticas y las bondades del sistema de salud; nos recordó que no somos seres divididos entre razón y emoción; nos ayudó a comprender qué significa morir dignamente. Y nos ubicó frente a la delicadeza de los derechos adquiridos: no son eternos; hay que conocerlos y cuidarlos entre todos, porque lograrlos es bastante difícil y destruirlos absurdamente fácil. 

A principios de esta semana supimos de la muerte de Andrés Elías Molano, quien fue el esposo de Tatiana. Ella casi siempre lo mencionaba en las entrevistas y columnas; hablaba de cómo aprendieron a cuidarse mutuamente, a asumir con humor, generosidad e inteligencia este tránsito. Nos conmocionó la noticia y aún no sé cuál es el adjetivo para esta (y no importa). Tal vez es así y ya. Tal vez, morir es volver a ser parte del todo. 

Ya lo dijo mejor Joan Didion: «La vida cambia deprisa. La vida cambia en un instante».

Otros escritos de este autor: https://noapto.co/maria-antonia-rincon/

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