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Son muchas las consecuencias para la sociedad cuando se tiene un mal gobierno. Ya hemos visto indicadores confiables que demuestran, por ejemplo, lo que está pasando con los niños en Medellín en términos de la desnutrición, el bajo peso al nacer y la disminución de la población atendida en un programa como Buen Comienzo que para no entrar en detalles, con el doble de la plata está atendiendo a menos personas. Una infamia.
También hemos visto los efectos perversos del huracán Quintero en el Hospital General de Medellín que en medio de escándalos de corrupción, conducido por quienes ya han hecho lo mismo en Caucasia y Urabá, se ha visto obligado a cerrar muchos de sus servicios dejando sin atención a la gente más pobre de la ciudad.
Me podría quedar toda la columna poniendo ejemplos para ilustrar las consecuencias de malos gobiernos pero quiero señalar una que suele pasar un poco desapercibida y que me parece de las más graves. Para hacerlo partamos de dos hechos puntuales: el caso Telemedellín y la rueda de prensa de Quintero como jefe de campaña de su equipo político.
Según han demostrado investigaciones de medios de comunicación, Deninson Mendoza, hasta hace poco gerente de Telemedellín, contrató pauta con medios y twitteros en Cali, ciudad que aspira gobernar si gana las elecciones del 2023. En otras palabras, este señor se gastó más de 200 millones de recursos públicos de Medellín en hacer su campaña personal en Cali. Un descaro.
“Le deseo éxitos al equipo que va a defender a Medellín y a derrotará definitivamente al uribismo”, trinó hace un par de días el alcalde en un evento que no puede ser otra cosa que el lanzamiento de campaña de su equipo para el 2023. Este comportamiento, para muchos, está claramente prohibido en la normatividad que impide a servidores públicos participar en política pero por ahora no conozco ni siquiera una investigación al respecto.
¿Cuál es el problema? Que ni en los ejemplos iniciales ni en el caso Telemedellín ni en la posible participación política del alcalde parece pasar nada. Hay denuncias e investigaciones en manos de autoridades que se engavetan gracias al poder de los amigos de Quintero, poniéndole así cara a la impunidad y envalentonando cada vez más a quienes caminan sin pudor, tal vez cruzando, los límites de la ley colombiana. Dicho de otra forma, la actitud de los órganos de control y la fiscalía frente a las múltiples denuncias y quejas existentes, que según conocemos ni se investigan, parece dejar una serie de mensajes terribles.
¿Qué aprende la sociedad de este tipo de cosas que ni empezaron ni terminarán con Quintero? Que el vivo vive del bobo. El poderoso, si está bien rodeado, puede hacer lo que quiera. La ley no aplica para todos. El poder no tiene límites. La habilidad utilizada para la trampa es una virtud. Todos mensajes negativos que nos alejan definitivamente de la razón de ser de las instituciones: trabajar por el bien común, por los derechos de todos, por eliminar las injusticias. El daño es profundo y va más allá de asuntos netamente presupuestales.