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Los que pensamos que Diego Armando Maradona fue uno de los mejores artistas de todos tiempos visitamos su obra cada tanto. Ponemos los goles a Inglaterra, la puteada a los italianos, sus campeonatos en Nápoles o sus entrevistas en La noche del 10. Vemos el documental de Kusturica, el de HBO y la serie de Amazon.  De todas las cosas que hizo y dijo Maradona (decir es una forma de ser) hay una especial. El día de su despedida en la Bombonera, en su discurso final, soltó: “Yo me equivoqué y pagué, pero […] la pelota no se mancha”. En esa afirmación que parece más de un filósofo moral que de un futbolista, el gran amor de Guillermo Coppola quería separar su obra -que no tiene igual en el mundo del futbol- de su vida personal. Él mismo consideraba que su vida era una contradicción, que su desempeño en esos dos mundos no era equivalente. Uno genial, asombroso, extraordinario, poético. Otro, oscuro y cuestionable, en especial los capítulos Cuba, Diego Jr, Cristiana Sinagra y Claudia Villafañe.

Su frase de ese 10 de noviembre en el estadio de Boca plantea un problema moral que muchos han llamado “la distinción entre la obra y el artista”. Nuestra respuesta cotidiana, por lo menos en los que no somos filósofos especializados en estética, ha sido maniquea, de blanco o negro, de bueno o malo.  Ese modo de pensar tiene un problema: no se corresponde con los seres humanos. Los hombres y las mujeres somos complejos y ese binarismo no alcanza a comprender los matices y las inconsistencias. Somos seres contradictorios por lo que pensar en términos de bueno o malo nos lleva a la trampa de los juicios absolutos.   

¿No es Willie Colón uno de los mejores músicos de la historia por ser Trumpista? ¿Es Borges un mal escritor por simpatizar con Videla y Pinochet? Y en casos mucho más complicados ¿Tendremos que dejar de leer a Foucault por sus acusaciones de pedofilia? ¿El almuerzo desnudo es ahora un mal libro porque Burroughs mató a su esposa? ¿Cassey Affleck no se debió ganar el Oscar por su papel en Manchester by the Sea o no deberíamos volver a escuchar El cóndor herido por el asesinato de Doris Adriana Niño?

Si dejáramos de pensar maniqueamente la respuesta a estas preguntas sería aparentemente sencilla. De ser ciertas las acusaciones Casey Affleck debió ir a la cárcel luego de ganar el Oscar. Burroughs es un buen escritor y un asesino que no debió salir libre bajo fianza. Diomedes Díaz es uno de los mejores cantantes y compositores que ha nacido en Colombia y es también uno de los implicados en el homicidio de una mujer. Y Willie Colón… Willie Colón nada, Willie Colón nos rompió el corazón. Sin embargo, vivimos en una sociedad donde el sistema judicial no funciona como debería. En donde las instituciones encargadas de impartir justicia están atravesadas por estructuras como el clasismo, el racismo y el machismo. En un mundo con niveles de impunidad escandalosos. La respuesta es entonces mucho más compleja.

Ante este panorama social, la justicia simbólica se presenta como casi la única alternativa para que muchas víctimas encuentren algo de reparación por los agravios recibidos. La cancelación es una alternativa ante la falta de consecuencias para los victimarios. Es un modo de buscar algún tipo de acción que imparta justicia, que repare por el hecho que causó daño. Buscar cancelar a Foucault es probablemente la única acción posible para tratar de encontrar justicia ante sus recientes acusaciones de pedofilia. Dejar de escuchar a Diomedes puede ser también un acto en ese mismo sentido.       Mi respuesta trata de hacer honor a la complejidad social y humana. Busca no caer en el maniqueísmo. Comprendo que, ante la falta de sanciones, ante el mal funcionamiento de las instituciones judiciales, las víctimas busquen alternativas, traten de encontrar lo que podrían ser reparaciones simbólicas ante las injurias recibidas. Creo además que hay grandes riesgos en que ciudadanos impartan justicia, en que cumplan funciones que deberían ser exclusivas de las instituciones judiciales. Y opino que el artista es su obra, pero también sus sombras. Que uno puede ser brillante y un criminal al mismo tiempo. Que pensar el mundo en términos absolutos es un error. Que, como decía Maradona, la pelota no se mancha y lo bello es bello con independencia de lo condenables que sean sus autores.  

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