“Fuera de las anteriores incursiones en el capital de las empresas antioqueñas, se dieron otros intentos de tomas hostiles en un mercado de capitales reducido y sin restricciones, por parte de algunos especuladores inescrupulosos” escribió Nicanor Restrepo Santamaría en su tesis de doctorado “Empresariado antioqueño y sociedad, 1940-2004: influencia de las élites patronales de Antioquia en las políticas socioeconómicas colombianas”.
“(…) intentos de tomas hostiles (…) por parte de especuladores inescrupulosos” una frase escrita en los 2000 sobre un fenómeno de los 80s, pero que perfectamente podría haber sido usada la semana pasada por algún columnista refiriéndose a la OPA de Gilinski por Nutresa o Grupo SURA.
“La alianza defensiva por intereses comunes de las élites patronales que se sintieron agredidas por quienes adquirieron el control de empresas antioqueñas tradicionales, fue bautizada con el nombre de Sindicato Antioqueño (GEA)” dice Nicanor hablando en tercera persona sobre la alianza empresarial que subsiste hasta hoy en día, y de la que él fue protagonista por muchos años como presidente de Suramericana.
“La concentración de la propiedad accionaria de una empresa en manos de otras, menos que en personas (…) creó un régimen dominante de empresas cuya propiedad es totalmente despersonalizada” afirma Nicanor, en una postura que hasta hoy en día defienden sus sucesores, como cuando Gonzalo Pérez afirma en videos ante la opinión pública que Grupo SURA “son, principalmente, patrimonio de los colombianos”.
“Quienes han estudiado el GEA, registran haber encontrado elementos axiológicos y culturales comunes en las empresas que lo conforman, dentro de los que se destacan: solidaridad entre empresas y empresarios, pluralismo, respeto, responsabilidad, autonomía, discreción, visión de largo plazo, transparencia (…) una conducta común frente a los derechos humanos (…) y la inversión continua para generar riqueza, empleo y bienestar colectivos”, continúa Nicanor compartiendo su descripción de lo que él piensa que logró construir como uno de los protagonistas del GEA.
La oferta de Gilinski sacó a la luz que esta visión se mantiene. Lo único que ha mutado un poco son las palabras que utilizan sus protagonistas: rentabilidad sostenible, capitalismo consciente, creación de valor social. “(…) que una empresa no solo permite crear riqueza económica, que nuestro rol en la sociedad debe ir más allá, nuestras acciones y decisiones deben aportar a generar más empleos dignos; que no somos ajenos ante los desafíos de nuestra sociedad; que lo que hagamos mejore la vida de las personas (…) que aporte, al final del día, a un desarrollo más incluyente, más armónico (…) lo que hemos llamado una rentabilidad sostenible” como afirmó el presidente actual de Grupo SURA en un video que circuló en redes sociales, donde resume bien el “propósito superior” en el que parecen estarse cobijando las empresas del grupo para justificar no ceder en su actual posición de participación cruzada.
Me atrevo a decir que la visión de Nicanor envejeció bien. El GEA como una forma de defender el capital empresarial antioqueño de tomas hostiles, en una serie de empresas despersonalizadas que se preocupan por su “entorno” (ahora ampliamos), dio como resultado el surgimiento de grandes conglomerados empresariales con presencia en toda América Latina, y contribuyó a construir en Medellín un modelo de ciudad que, muy apoyado en su clase empresarial, logró ser envidiado por otras ciudades del país y la región. Bajo esta visión, la historia nos indicaría que el GEA hará todo lo que está en sus manos para defender este modelo: a fin de cuentas su concepción y propósito se dio precisamente para protegerse de tomas hostiles como la que está planteando Gilinski.
Ahora, dentro de todo esto hay algo que no deja de hacer bulla. Tanto que el mismo Nicanor vio la necesidad de referirse al tema: “La protección al accionista minoritario se manifiesta con la comunicación y transparencia de los resultados de las empresas (…) para garantizar el crecimiento, la competitividad y la estabilidad de las sociedades en el tiempo.”
Los incentivos que se derivan de la visión empresarial que tiene el GEA plantea varias inquietudes. En teoría, los objetivos del GEA van mucho más allá de “maximizar las utilidades de sus accionistas”: la responsabilidad social con Medellín y Antioquia, el bienestar de sus empleados, la sostenibilidad, el éxito de otras empresas del conglomerado y un montón de otras cosas parecen ser variables de interés que entran dentro de la función objetivo que busca maximizar una empresa del GEA. Ahora, entre los accionistas de una empresa del Grupo, las demás empresas de este, que tienen participación, estarán de acuerdo con esta función a maximizar. Pero si soy un accionista minoritario, ¿por qué debería importarme? ¿por qué no debería tomar una prima del 38% frente al valor de mis acciones? ¿cómo mido la sostenibilidad, la responsabilidad social y el bienestar de mi entorno?
La despersonalización de las empresas del GEA y su visión más allá de “maximizar los beneficios de sus accionistas” crea serios problemas de accountability frente a quienes no son de las entrañas del conglomerado empresarial. Pareciera que esa rentabilidad sostenible que dicen defender es utilizada para ocultar su principal objetivo: que el GEA siga en manos del GEA, sobre todas las cosas.
Mi problema: creo que para la región ha sido mejor que el GEA esté en manos del GEA que en manos de alguien más. Pero si el principal objetivo estratégico de la propiedad “despersonalizada” de los altos ejecutivos de estas compañías es que entre ellos sigan siendo dueños por medio de las empresas que dirigen sin ser accionistas, justificando su actuar en la rentabilidad sostenible y cosas por el estilo, me hago serios cuestionamiento sobre por cuánto más tiempo podrá seguir sosteniéndose ese modelo planteado por Nicanor, sin importar los buenos resultados que haya tenido para mostrar hasta hoy en día.
Independientemente de lo que resulte de la jugada ajedrecista de Gilinski, muy probablemente no será el último que piense que puede sacarle más valor a los activos del GEA que el que actualmente se percibe. Una vez pase el susto, el discurso de estas empresas se debería ver obligado a evolucionar: defender el capital empresarial antioqueño no puede ser perpetuamente el principal objetivo.