La diosa Muerte

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Usualmente, en nuestra cultura, hablamos de un dios masculino, omnipresente y con un fin de características que nos acompaña siempre, sin embargo, me gusta pensar en los misterios de la vida como diosas que poco entendemos ni logramos explicar. Hoy, la muerte ha sido la diosa con la cual he conversado en el último mes.

Esta diosa se ha presentado de muchas formas. En una, se presentó como decisión, permitiendo que fuera una posibilidad continuar o no con la vida; en otra, se manifestó como cuidado, pues aunque se sabía que el resultado era inminente, esta diosa permitió acompañar, entregar amor y transitar la ausencia; sin embargo, la última fue escalofriante, se presentó de manera arbitraria, no hizo paces con quienes estaban cerca, arrebató a quien se ama de una forma fugaz. En ese relámpago, no dio tiempo para respirar, tramitar y entender.

Comprendí que con esta diosa, las conversaciones son sutiles, complejas, llenas de ambigüedades y misterios. Reconozco que la diosa tiene formas tan complejas en que se presenta que nos obliga a conversar con ella, hacer arreglos para pedir tiempo o tregua en sus manifestaciones. Ella nos hace solicitarle acuerdos para tramitar la ausencia que deja su paso; y, a veces, estas concesiones están cargadas de símbolos y rituales que se convierten en cariño y abrazo al alma.

Sin embargo, hay algo curioso con la muerte, porque aunque se lleva a alguien, también nos enseña y nos da pistas para aferrarnos a la vida. Estos apegos manifestados en tantos símbolos como fotos, árboles, cementerios, novenas, misas, etc. Nos ayudan a vislumbrar que la vida continúa siempre, sujetándonos a ese algo que nos iluminó esta diosa. De esta manera, pareciera que la diosa muerte que nos acompaña todo el tiempo nos habla, aunque no necesariamente la estemos escuchando.

Estos sucesos me hicieron pensar en la conversación que tiene mi ciudad con la muerte, porque aunque somos una tierra creyente “al sagrado corazón”, con la muerte también somos hipócritas, pues cantamos y lloramos cuando se presenta, nos resentimos cuando arrebata a un ser amado, y hacemos las paces con las ausencias; pero al mismo tiempo, no hay acuerdos con ella para el respeto por la vida, para comprender el tránsito vital de esta especie y el cuidado que implica la labor de la diosa.

Menciono esto porque en las últimas semanas que nos ha atravesado de nuevo el dolor de La Escombrera, me he preguntado con la muerte: ¿cómo hacemos en esta ciudad para tramitar que nuestros vecinos fueron torturados, asesinados, masacrados y arrojados a una escombrera por años?, ¿cómo hacemos en esta ciudad para lucrarnos de un turismo que se jacta de esta historia? Pues, mientras miles de extranjeros suben diariamente las escaleras eléctricas de la Comuna 13, allí en lo alto de su mirador, al frente, se ve La Escombrera, tierra que hoy nos grita verdad y memoria, pues después de 20 años se ha manifestado con pruebas para recordarnos la escalofriante historia que nos atraviesa.

Por ello, le pregunto a la muerte: ¿qué herramientas le diste a las mujeres que han defendido la memoria de sus hijos por 20 años para que continuaran haciendo treguas contigo? Y puedo evidenciar que la osadía de dichas mujeres y madres en la insistencia de la búsqueda no es solo para pedir explicación a la diosa, es para pedirle dignidad a una forma de morir que no es justa, que es arbitraria, hostil e inhumana.

Porque allí no solo se ensañó la muerte con estos cuerpos, se hizo presente el odio, el dolor, la incertidumbre y hasta el desconcierto. ¿Cómo concilia una familia con la muerte si ni siquiera ha tenido un cuerpo para ritualizar? ¿Qué acuerdo se llega con ella si el motivo es una guerra que no tiene que ver contigo?

Estas preguntas me hicieron recordar todas las conversaciones y consensos que han tenido estas mujeres y los habitantes de la 13 con la diosa muerte para sobrellevar esto. Conozco de cerca los símbolos, dolores y rituales que mis vecinos y vecinas crearon por años para transitar este dolor. ¿Será que este alcalde los conoce? ¿Será que este alcalde entiende que borrar un grafiti es borrar un ritual de memoria?, ¿Es borrar una conversación manifiesta que han tenido los habitantes de esta ciudad con la muerte? ¿Cuándo esta ciudad tendrá conversaciones con la muerte de una forma virtuosa? Con el fin de no tener que exigir dignidad y memoria por las personas que se fueron en las condiciones más inhumanas. ¿Será que la diosa nos enseñará a cuidarla, a honrarla, a caminar con ella y hacer memoria en dignidad?

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