La persona menos atractiva en política hoy en día se llama Gustavo Petro y, tal vez, a eso se deba esa especie de bloqueo de gobernabilidad que le está haciendo el Congreso, con el reciente archivo de la reforma laboral sin discutirla. El período presidencial ha llegado al punto plano de la meseta, antes de comenzar el descenso: desde esa cumbre todos estamos mirando para 2026 y más los congresistas, que tienen un año exacto para asegurar la reelección en sus curules.
¿Quiénes de los que han estado en las coaliciones de gobierno se quieren alinear con el Presidente, cuando ven un péndulo que tiende a oscilar hacia el lado contrario? Ninguno, o muy pocos.
Es por eso que una consulta popular tiene sentido, al margen de consideraciones presupuestarias, que son muy relevantes por la situación fiscal del país, pero que no serán consideradas aquí.
Tiene sentido porque es un mecanismo contemplado por la Constitución cuando el Ejecutivo y el Legislativo llegan al nudo gordiano en el que están hoy. Sin embargo, si lo que Petro quisiera fuera que la gente le aprobara las reformas, tendría que convocar a un Referendo, que es el que sirve para que haya un sí o un no a textos normativos. Pero para un Referendo no hay tiempo.
Pero lo que el Presidente quiere es que se compruebe con votos lo que él tiene como certeza: que el electorado lo eligió por sus reformas y que dos años y medio después, está intacto.
Y ahí es cuando la Consulta sería muy interesante: nos diría a todos, no solo las razones por las que Gustavo Petro fue elegido gobernante, sino cuál será el tema de las siguientes elecciones presidenciales.
Petro fue elegido porque la gente estaba cansada de los políticos de siempre. De otra forma no sería explicable la llegada de Rodolfo Hernández a la segunda vuelta. El país votó por un cambio de manos en el poder, con la esperanza de que también cambiaran las formas de gobernar de toda la vida, no tanto por un cambio de sistema.
La voz del constituyente primario nos hablaría de eso hoy y respondería si lo que está en juego en 2026 son las reformas sociales o, una vez más, el hastío hacia la clase política y la corrupción.
El miedo a que suceda lo segundo puede detener a Petro de presentar la Consulta al Senado. Este puede ser otro globo como el de la Constituyente, que sirve para desplegar movilizaciones e imponer agenda pública. Si la consulta pasara la talanquera del Congreso, se votara, alcanzara el umbral, el congreso legislara según opinó la gente, se estarían ejecutando como leyes los puntos aprobados por el electorado, en los últimos meses del mandato. ¿Querrá eso verdaderamente el Gobierno?
Puede ser también que el Presidente busque medir el pulso con el Senado y el Senado mantener el “no y no”, con lo cual Petro tendría la oportunidad de exponer al Legislativo como el enemigo de la gente. Una vez más.
Pero si presenta la consulta, la aprueban, y se convoca a las urnas, no hay razones para pensar que salgan a votar los 13,5 millones de electores que se necesitan para cruzar el umbral. No ocurrió con el Referendo de Uribe en la cumbre de su popularidad, no ocurrió en la consulta anticorrupción de Claudia López, no es esperable que pase ahora.
Lo que sí puede suceder es que nos oigamos la voz, por encima de la distorsión de las marchas, la histeria de las redes y la diarrea informativa.
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