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Andrés Preciado

La arrogancia política de Medellín

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Políticamente hablando, Medellín optó en las últimas décadas por una marcada arrogancia en sus relaciones con el área metropolitana, el departamento de Antioquia y el nivel central de gobierno nacional, más específicamente con la Presidencia de la República.

Su protagonismo e historia la llevaron a esta situación, quizá también la postura de gobiernos más alternativos (Fajardo, Alonso, Aníbal y Federico) y lo difícil de establecer acuerdos con gobiernos nacionales ideológicamente más marcados como los dos de Uribe, los dos sucesivos de Santos y el reciente de Duque, nos llevaron a este escenario precario.

En relación con el área metropolitana y la conurbación con los municipios cercanos la imposición ha sido la bandera, apalancada en una mayor financiación desde la capital de su estructura administrativa conjunta. Los acuerdos fueron pocos y el distanciamiento con la clase política de esos municipios hizo que la diferencia se llevara a la disputa y ellos encontraron en Daniel Quintero un interlocutor único y una oportunidad maravillosa para entrar al fortín que les había sido vedado. El resultado es que, a Medellín, de la mano de Quintero, la gobiernan intereses políticos diversos que no siempre coinciden con la agenda de desarrollo de la ciudad ni le son útiles para la mejora de las condiciones de vida de sus habitantes.

En cuanto a la Gobernación de Antioquia y la agenda amplia departamental la posición de Medellín ha sido de desentendimiento. EPM, la razón de ser de la estructura fiscal medellinense, ha mirado y trata con desdén lo que ocurre en Antioquia, pese a su operación en los 125 municipios y a los múltiples beneficios que obtiene de ello. La relación del conglomerado público con el departamento es precaria y la interlocución estratégica con el gobernador se ha tornado en intrascendente, por lo menos.

Lo que ha ocurrido con el gobierno nacional y la Presidencia es más dramático. A costa del endeudamiento del municipio, ahora distrito, de Medellín y de EPM, se han sacado adelante proyectos de movilidad y desarrollo de forma autárquica sin el apoyo financiero de la nación, lo que en el mediano plazo pudo ser adecuado para lograr iniciar los proyectos, en el largo plazo demostró ser una suerte de encerrona fiscal y ya la ciudad no tiene el margen para seguir jugando al monólogo, en particular porque su sistema fiscal se convirtió en perezoso y dependiente de los excedentes que EPM le entrega con regularidad.

En lo que viene hay que aprender a abandonar este modelo arrogante de relacionamiento político. Medellín no puede portarse como una isla y debe mejorar su manera de acercarse a los gobiernos multiniveles. Acaso esta arrogancia es la explicación de cómo llegó al poder Daniel Quintero de la mano de castas políticas de municipios del Área Metropolitana, el departamento y la nación que ya juegan a otra agenda en donde los temas de la capital antioqueña no son tan relevantes. El mismo protagonismo de la ciudad debe ser reenfocado a hacer parte de las discusiones de país, a pujar por la financiación nacional de proyectos trascendentales y dejar de mirar alrededor con la suficiencia de quien ya lo tiene todo, porque estamos lejos de ello.

Recomponer la cancha implica que los jugadores cambien y que las estrategias se ajusten. El momento político coyuntural del alcalde Quintero abre oportunidades para avanzar y no quedarse en la discusión de la supuesta crisis. La oportunidad que se avizora es la de dejar de ser la ciudad arrogante que cabalga en su pedestal de segunda más importante del país y asumir un rol de diálogo, concertación y trabajo conjunto con los escenarios multinivel del gobierno en la estructura del Estado.

Nota: la idea de esta columna surge de conversaciones diversas y enriquecedoras con múltiples actores de relevancia para Medellín. Liderario, un programa de Proantioquia, Comfama, Fundación Fraternidad Medellín y la Universidad EAFIT, del cual soy participante, ha abierto el escenario para entablar esas conversaciones. En particular la idea de la arrogancia de Medellín la escuché en primera instancia de Luis Fernando Agudelo, profesor y director de Medellín Cómo Vamos (seguramente él podría desarrollarla mejor que yo, abierta la discusión).

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