José María Córdova en Tiempos de Tiranía

Cuando @PetroGustavo efectúa el despliegue de símbolos que ha caracterizado su presidencia lo hace como un acto de guerra. Mientras no lo entendamos así no estamos captando la esencia detrás del fenómeno. Se trata de continuos actos de una guerra cultural en la que, en sus últimas etapas, se ha explicitado cada vez con mayor fuerza la contradicción alrededor de la figura de Bolívar. Abusivamente, deshonestamente, este gobierno ha buscado implantar en el registro simbólico la representación de la gesta bolivariana de la independencia como acontecimiento fundante de las tesis marxistas en Colombia.

Nos pone Petro entonces en una tarea desgastante, y no tendríamos por qué entretenernos en aclarar la profunda de distancia teórica y humana entre Marx y Bolívar, lo cual bastaría con entender cómo el último abraza las causas del pensamiento ilustrado por medio de la enseñanza recibida de su tutor Simón Rodríguez, mientras Marx pasa su escalpelo por las contradicciones económicas y políticas cuyo germen encuentra en el nacimiento mismo de la modernidad liberal. Todo esto incluso puede ser evitado si sólo escuchamos las palabras de Marx en su “Bolívar y Ponte”, de 1858: “como la mayoría de sus compatriotas, era incapaz de todo esfuerzo de largo aliento y su dictadura degeneró pronto en una anarquía militar.”

Más interesante me parece en cambio la necesidad de reflexionar sobre cómo frente al Bolívar de Petro, desnaturalizado, instalado en medio de esta batalla cultural, un sector de la opinión pública colombiana reaccionó rápidamente echando mano de Santander, actualizando así la comprensión históricamente generalizada que ha querido ver en ambas figuras la encarnación de la dialéctica de su época. Pero allí yace un error. No es Santander la antítesis de Bolívar. Es José María Córdova. Santander no fue nunca Bolivariano. José María Córdova, en cambio, amó profundamente a Bolívar. Con Córdova la contradicción histórica no se nos aparece como confrontación explícita entre voluntades separadas, las de Santander y Bolívar, sino como dos troncos de una misma raíz, cuya expansión hacia el cielo de la libertad se bifurca y se torna antagónica en su camino.  

José María Córdova es nuestro héroe de provincia. Nacido en Concepción, Antioquia, no lo recuerda casi nadie, a no ser sus coterráneos. No es, como Bolívar, el hombre universal que encarna la Idea. Él es la Región, la Provincia, la Periferia del Poder Central. Es lo Singular frente a lo General, la realidad práctico-sensible frente al concepto. El desenvolvimiento de la historicidad de Córdova lo lleva desde simple soldado que ingresa en el Ejército Libertador a los 15 años, hasta coronarse como “Héroe de Ayacucho” 10 años después, en la batalla que define la suerte de la emancipación suramericana frente al Imperio Español. Antes de asesinarlo, Bolívar dirá de él en carta a Sucre: «Córdova, a quien tanto he distinguido, se ha levantado contra mí, olvidando los servicios que le he prestado (…)”

El levantamiento de Córdova contra Bolívar debe entenderse como el momento en que la conciencia inmediata de un cuerpo moral local niega la voluntad estatal universal. Bolívar encarnó la aspiración expansiva hacia una libertad universal, asumiendo el papel de conductor o conducido por una Idea que trasciende fronteras y particularismos regionales. Córdova fue en cambio fiel a la realidad republicana, negó la pretensión abstracta y unívoca de la voluntad del Libertador, revelando la dinámica por la cual cada forma de autoridad se desborda y se convierte en su propio límite. Al rehusar someterse a la autoridad centralizada de Bolívar, su gesto encarna aquel instante en que la conciencia exterioriza su propia negación para reclamar de nuevo su autonomía, reintegrando la particularidad local en la libertad universal.

La singularidad trágica de José María Córdova yace en que su muerte sella el conflicto del Espíritu consigo mismo. El amor por la Libertad que arroja a Córdova contra su propia muerte fue el amor por la Libertad que el Libertador insufló en él, y que lo hizo héroe y al mismo tiempo Libertador, y cuya vida y cuyas causas piden hoy ser alcanzadas por la reflexión, no dejarlas morir en el olvido, rescatar su grandeza como ariete contra los intentos totalitarios que amenazan llevarnos hacia el despotismo mientras gritan “libertad”.

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