Escuchar artículo
|
Los temas de género han sido claves en la política latinoamericana en los últimos años. La agenda programática ha estado, por lo menos en teoría, permeada por la perspectiva de género y hoy la gran mayoría de políticos, por más tradicionales que en realidad sean, incluyen en sus discursos frases que invitan a pensar que son unos abanderados de la igualdad de género.
En Chile, el movimiento feminista fue clave para llegada de Boric al poder; en Argentina vimos hace algunos años un movimiento histórico de mujeres alrededor de la legalización del aborto y en las últimas elecciones en Colombia, el movimiento Estamos Listas con la llegada de Francia Márquez a la fórmula vicepresidencial, fueron claves para la victoria de Gustavo Petro.
Hoy ya somos muchas las mujeres que abiertamente hablamos de igualdad de género y cada vez más los hombres que se suman a nuestra causa como aliados. Las acciones machistas son castigadas socialmente con mayor frecuencia y feminismo es una palabra que está en el top of mind de casi todos.
Esta toma de la causa de la igualdad de género de muchos espacios de la sociedad sin duda hay que celebrarla. Nos ha costado a las mujeres sangre, lágrimas y arduas luchas. Cada día es un día para celebrar los pequeños avances y para seguir trabajando por los grandes retos.
Sin embargo, la reflexión que hoy me convoca es precisamente sobre la explotación, si se me permite el uso de esta palabra en este contexto, de la causa de la mujer, por muchas de nosotras, para salirse de cualquier discusión que se tiene con un hombre.
Pondré dos ejemplos para explicar mi idea.
Hace algunos días en el Concejo de Medellín se adelantó un debate de control político en contra del DAGRD y por supuesto de su Directora, Laura Duarte. En el debate, adelantado por concejales de sexo masculino, se mostraron pruebas contundentes de la corrupción que permea toda la entidad y se plantearon cuestionamientos claros y directos a la Directora sobre contratos fantasmas, procesos de contratación amañados, entre otros. A pesar de lo claro del debate y de que las preguntas que se le hacían a Laura Duarte eran todas sobre su gestión y nada tenía que ver en estas con su condición de mujer, ella, en el momento de responder al Concejo, lo único que pudo decir es que estaba siendo atacada por su condición de mujer por un grupo de concejales hombres. No respondió nada relacionado con los actos de corrupción del DAGRD.
Esta semana, en el debate de No Apto para Fanáticos (aprovecho para invitarles a verlos), a la precandidata a la alcaldía Paulina Aguinaga se le cuestionó una de sus actuaciones en su época de concejala, donde, por apartarse de las decisiones que su partido había tomado como bancada, terminó favoreciendo los intereses de la actual administración. Se le controvirtió entonces por su cercanía con Quintero y su gobierno, pero su única carta de respuesta fue, que aquellos que no votaron por ella, lo hicieron como parte de un pacto machista. Desestimó todos los argumentos políticos que se le daban y se escampó en su género como salida fácil.
Estos son claros ejemplos de la instrumentalización de la lucha por la equidad de género a favor de intereses meramente personales y como excusa para no tener que dar discusiones de fondo.
A las mujeres se nos silencia en muchos espacios por ser mujeres, eso no lo pongo en duda, pero no significa que cada vez que se nos cuestione o se nos enfrente por parte de un hombre, este lo hace por el mero hecho de que seamos mujeres.
También hay mujeres corruptas, mal intencionadas, delincuentes. Hombres y mujeres pueden discutir, enfrentarse en ciertos escenarios y eso no implica que cada vez que un hombre ponga en duda la actuación de una mujer, lo haga porque ella es mujer.
Para diferenciar las situaciones hace falta mucha pericia, pero también algo de sentido común y de sensatez. Instrumentalizar el discurso de la igualdad de género para salirse de conversaciones difíciles de dar, solo nos perjudica a nosotras y a nuestras causas. Que tradicionalmente nos haya tocado luchar mucho más para ganarnos ciertas posiciones y para hacer sentir nuestra voz, no implica que siempre que seamos impugnadas por un compañero masculino, este lo haga basado únicamente en nuestro género.
Que no nos pase la del pastorcito mentiroso. Nuestra causa debemos protegerla y eso lo logramos no permitiendo que la misma sea instrumentalizada.
Otros escritos de esta autora: https://noapto.co/manuela-restrepo/