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Esta columna no me pertenece solo a mí; detrás de la conversación, la investigación y la elaboración está también Valentina Naranjo Ramírez. Valentina es estudiante de Economía y Ciencias Políticas de la Universidad EAFIT
La Economía del Cuidado es una corriente que busca explicar, cuestionar y transformar las desigualdades de género mediante el análisis económico y de género de la vida cotidiana, enfocándose en el trabajo productivo y reproductivo. En Colombia, la Ley 1413 de 2010 define este concepto como «el trabajo no remunerado que se realiza en el hogar, relacionado con el mantenimiento de la vivienda, los cuidados a otras personas del hogar o la comunidad, y el mantenimiento de la fuerza de trabajo remunerado». El DANE lo reconoce como la producción, distribución, intercambio y consumo de los servicios de cuidado, que abarcan todas las tareas relacionadas con el cuidado del hogar, los niños, los ancianos o los enfermos.
Según el informe «Mujeres y hombres: brechas de género en Colombia», publicado en 2020 por la Consejería Presidencial para la Equidad de la Mujer, el DANE y ONU Mujeres Colombia, las labores de cuidado no remunerado en el país representan aproximadamente una quinta parte del PIB. A pesar de su significativo valor económico, la mayoría de estos servicios no son remunerados y recaen predominantemente en las mujeres. Aproximadamente el 73.7% de las horas dedicadas a estas tareas son realizadas por ellas, lo que deja aún más en evidencia los roles de género predominantes.
Mientras las mujeres dedican 27.9 horas semanales a labores domésticas y no remuneradas, los hombres solo invierten 9.7 horas en el mismo período. Esta desigualdad genera una «pobreza de tiempo» para las mujeres, limitando su participación en otros sectores económicos productivos. La tasa de desempleo en Colombia refleja esta realidad: para las mujeres es del 19.1%, en comparación con el 12% para los hombres (DANE, 2024). Incluso aquellas que tienen un empleo remunerado en otro sector suelen llegar a casa para continuar con estas tareas, lo que les impide disfrutar de un descanso efectivo o dedicar tiempo libre al bienestar, el deporte, la educación o el esparcimiento.
Un estudio de la Gobernación de Antioquia (2021) muestra que las labores domésticas y de cuidado han sido feminizadas, resultando en una distribución desigual e injusta de las cargas laborales para las mujeres y perpetuando las brechas de género. Durante la pandemia de Covid-19, las mujeres fueron las más afectadas por el cierre de guarderías, colegios, universidades y otros servicios, aumentando sus responsabilidades no remuneradas en el hogar. Esto destacó la necesidad de instituciones que amplíen la oferta de servicios de cuidado, para evitar que toda la carga recaiga sobre las mujeres y permitirles disponer de tiempo para atender sus propias necesidades, planificar su proyecto de vida y alcanzar sus metas.
En algunas ciudades del país se han implementado políticas públicas para aumentar la oferta de cuidado y reducir la carga sobre las mujeres. Un caso destacado es el programa Manzanas del Cuidado en Bogotá, creado durante la administración de la alcaldesa Claudia López. Este programa establece puntos físicos en cada localidad, acercando a las mujeres cuidadoras y sus familias a servicios gratuitos que alivian la carga de cuidados. Los espacios ofrecen oportunidades para estudiar, emprender, emplearse, descansar, ejercitarse, recibir asesoría jurídica y psicológica, y realizar tareas domésticas en lavanderías comunitarias, todo sin costo alguno.
En Medellín, el Acuerdo 27 de 2015 estableció una Política Pública para cuidadoras y cuidadores familiares y voluntarios de personas con dependencia de cuidado, así como Redes Barriales de Cuidado. Sin embargo, esta política carecía de un enfoque de género concreto y ofrecía protecciones y estímulos limitados. Es crucial fortalecer tanto la oferta pública como la privada de servicios de cuidado para aliviar la sobrecarga de trabajo que recae sobre las mujeres debido a los roles de género. Actualmente, Medellín no cuenta con una política pública integral de cuidado con enfoque de género que aborde eficazmente la excesiva concentración de estas tareas en mujeres sin remuneración o incentivos. Tampoco parece ser una prioridad en la agenda del Concejo o la Alcaldía. El cuidado, esencial para la vida, a menudo se subestima. Es necesario adoptar políticas que promuevan la equidad de género y redistribuyan estas labores, enfrentando así los desafíos que enfrenta nuestra sociedad. Es el momento de visibilizar lo que ha permanecido invisible durante tanto tiempo y otorgarle la importancia que realmente merece.
Otros escritos de este autor: https://noapto.co/samuel-machado/