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Dos semanas después de la elección de Donald Trump como presidente de Estados Unidos, siguen apareciendo análisis que intentan explicar los resultados. Para mí, la reflexión más interesante gira alrededor de un aspecto que no es exclusivo del país norteamericano, y que también vemos reflejado en los políticos latinoamericanos, la incapacidad para escuchar y leer al ciudadano, para conocer sus miedos, aspiraciones, valores, sentimientos, sensaciones, pensamientos, percepciones, creencias, representaciones, etc.
En X escribió Andrés Mejía Vergnaud: “Solo espero que la lección del martes sea que a la gente hay que escucharla, no hablarle. No ir a decirle qué es lo que supuestamente por sus condiciones tiene que pensar y sentir”. En el mismo sentido, decía Camilo Gómez Forero en un artículo en El Espectador: “Analistas coinciden en que los demócratas ya no saben leer al electorado. Los datos y testimonios de la ciudadanía respaldan esta teoría”. “En todo el país, la reflexión es la misma: ya no saben leer a la gente”. “Algo en su liderazgo está fallando en los niveles más bajos del sistema. Y esto es porque, de nuevo, no saben leer a su gente”.
¿Cómo es posible que los políticos quieran representar a personas que no conocen? Hay políticos que hacen campaña diciéndole a las personas lo qué deben valorar, en qué deben creer, cómo deben percibir, a qué deben tener miedo, a qué deben aspirar, etc. cuando no se han dado a la tarea de conocerlos y conversar con ellos. La palabra en política es clave.
Para muchos políticos el ciudadano es un número que se ve reflejado en una cifra o porcentaje: # de la cédula de ciudadanía, % de intención de voto, # del censo electoral, % de personas que se identifican con una ideología, % de personas que señalan la principal problemática del país, etc. Números que reflejan una mirada cuantitativa de los ciudadanos, que busca ser “objetiva”. Sin embargo, esos números no reflejan aspectos cualitativos, esos que construyen lo “subjetivo”. Las encuestas arrojan muchos números pero pocas palabras sobre las personas.
La racionalidad moderna nos ha hecho valorar las técnicas cuantitativas de investigación. Sin embargo, hemos dejado de lado las técnicas cualitativas de recolección y análisis de datos. Esas son precisamente las técnicas que permiten escuchar y leer al ciudadano: la entrevista (que no es lo mismo que una encuesta o un formulario de preguntas cerradas) hecha con preguntas abiertas que aceptan la reinterpretación de la respuesta o la formulación de contrapreguntas; los grupos focales o de discusión (entendiendo que son técnicas de naturaleza diferente) para conversar con varias personas; la observación participante y no participante; la revisión documental (no sólo textos, sino también fotos, videos, cartas, notas, etc.); las técnicas interactivas que permiten a través de la didáctica establecer una relación más cercana con los participantes, además de otras metodologías ligadas al mundo digital, como la “netnografía” mediante la cual es posible realizar procesos de investigación etnográficos en la virtualidad.
Las técnicas cuantitativas de recolección y análisis de datos permiten medir las dimensiones de la foto del momento, pero son las cualitativas las que posibilitan conocer a través de la escucha y la lectura, la vida del ciudadano. Mediante la palabra es posible extraer esos aspectos que más allá de la imagen del instante, están en la profundidad de la vida del sujeto: valores, anhelos, ideas, creencias, temores, expectativas, etc.
En la estrategia de campaña para el 2026 en Colombia será muy importante para los políticos conversar con las personas: escucharlas y leerlas. Pero no quedarse ahí, extraer y analizar información que se convierta en la comunicación, en aquello que le van a decir al ciudadano a partir de lo que escucharon y leyeron.
Otros escritos de este autor: https://noapto.co/juan-felipe-suescun/