El último Aureliano

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Tal vez el presidente Petro tenga razón cuando dice que quizá sea el último coronel Aureliano Buendía. Habría que precisar cuál: el que ha perdido 32 guerras civiles, se ha vuelto frío, distante y cínico, el que no escucha a su madre cuando le dice —varias veces— que no más, que deje la guerra.

Petro se ha perdido en el poder, lo ha cegado.

Por supuesto que no es fácil gobernar cuando tienes una oposición tan fuerte, y tan mezquina. Petro respira y es noticia, y nunca buena: descomponen el respirar y la conclusión es que roba oxígeno.

Un ejemplo es el cubrimiento de la crisis con EE. UU. Ese lunes muchos de los reportes periodísticos del día fueron y qué hubiera pasado sí. Un periodismo de lo que no fue, de la posibilidad. A pocos les importaron los migrantes y muchos hasta defendieron a Trump. Como quien dice, que se hunda el barco con tal de que se hunda Petro.

La dignidad de los migrantes sí hay que defenderla, en eso tenía razón el presidente, pero son las maneras.

Y ahí vamos con esto: el enemigo más grande de Petro es Petro.

Porque en lugar de igualarse como adolescente de escuela que se mide la verga, en lugar de ponerse a pelear, debería gobernar y que los hechos muestren sus acciones. Que se vea lo que hace, que se sienta, que nos topemos con un líder maduro, cuerdo y responsable, y no un ser de ficción armado con mariposas amarillas y grandilocuencias.

Porque lo que estamos viendo ahora lo resumió bien El Espectador en su editorial del miércoles: una presidencia convertida en circo. Y pues como nos distraemos con los memes y el reality de ministros, lo que haya hecho bueno el gobierno, no se ve. No hay cómo, y menos cuando él mismo dice que su gobierno ha incumplido 146 de 195 promesas.

Gracias presidente por su intento de transparencia, pero ser transparente —que es básico en un gobernante— no es lo mismo que exhibicionismo político. Ver los ingredientes que se usan en la cocina de un restaurante no necesariamente implica entender la receta; la transparencia requiere, más que visibilidad, contexto, explicación y resultados verificables —transmitir el consejo de ministros no puede ser un sustituto de gestión efectiva. Los colombianos lo elegimos para que ejecute, para que trabaje por el bienestar social del pueblo —es lo que hacen los gobiernos progresistas— y para que sea responsable de sus actos.

Porque por supuesto que la culpa de las promesas incumplidas no es de él, sino de su equipo. Presidente —otra vez hay que decirle—, recuerde que un buen líder no tiene que estar recordando que es el líder. El respeto y la admiración no lo moverán del puesto. Lo demás es miedo y lambonería. Y el trabajo es en equipo, así que el líder está a la cabeza de lo que pasa: no se puede quitar responsabilidad.

Por ahora, cuando uno ve un nuevo mensaje en X, solo quiere mandarle un memé: ¡Marica ya! Se nos acabaron las ideas para defenderlo en el grupo de las tías.

El otro día alguien dijo en un chat que estaba a un Dorito de decir que quizás hubiese sido mejor presidente Rodolfo. No creo que haya que llegar hasta allá, pero sí es cierto que una de las grandes dudas sobre Petro estaba en que fuera capaz de manejar su ego. Estamos comprobando que no. Vemos un gobernante errático y que causa mucha desconfianza —entre otras cosas— ese todo por el todo con Benedetti.

El exministro Juan David Correa lo dijo en entrevista con María Jimena Duzán: Petro tiene ideas muy buenas. Solo que eso no alcanza. Las buenas intenciones nunca son suficientes, y menos cuando estamos hablando de un país.

Petro no es peor presidente que muchos de los anteriores, pero su responsabilidad es mayor por ser el primer presidente de izquierda. Tenía que hacerlo bien. O mejor. Tenía (tiene) que estar a la altura, y sobre todo con el reto de tener una oposición que va con toda contra él. No encuentro otra metáfora mejor —y más moderna: tiene que ser un estadista.

Ahora nos queda pegarnos a los dioses en los que no creemos para que siente cabeza. Para que se le destapen los oídos y escuche. Para que se enfoque en gobernar, y no en el show. 

Porque el futuro del que lo reemplace también tendrá que ver con este gobierno: su elección tuvo que ver con el fracaso y cansancio del anterior, y es posible que pase lo mismo. El problema es que estamos en un mundo donde la ultraderecha gana terreno, y no sé si nos alcancen los ejemplos cercanos para que no lleguemos hasta allá. A una Vicky que dice que habrá que ponerle punto final al Acuerdo de Paz, por ejemplo —sabiendo ya las consecuencias que ha traído no cumplirlo: más violencia. Otra vez diciéndole sí a la guerra.

Quizá esa es la reflexión que debe salir de lo que pasa con Petro: no tenemos liderazgos efectivos, gobernantes competentes o dirigentes que nos hagan sentir seguros. Petro fue elegido también por el miedo a Rodolfo. Tocaba elegir entre la opción que menos nos preocupara. Así que ojalá eligiéramos mejor desde el principio. Y es entendible que sea difícil tener fe en este momento, con tanto odio que nos mueve por estos días.

Pero ya que el presidente cree que es el último coronel Aureliano Buendía, pues que no se nos olvide el final de la novela de García Márquez y no seamos esa estirpe condenada a cien años de soledad. Podemos tener más oportunidades sobre esta tierra. Porque al final el coronel Aureliano Buendía termina como un hombre ensimismado que hacía la guerra por la guerra, mientras fabricaba pescaditos de oro en su taller sin enterarse más de que el mundo ardía a su alrededor.

Otros escritos de esta autora: https://noapto.co/monica-quintero/

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