La mayoría de las universidades en Colombia son propiedad del Estado, de iglesias, o de empresarios. No es ese el caso de la Universidad de Medellín. La historia de la UdeM se remonta a los años 30, durante la Presidencia de Alfonso López Pumarejo y su “Revolución en marcha”, cuyas reformas educativas levantaron ampolla entre los conservadores:
Mediante el decreto 1238 de 1935 se garantizó la libertad de cátedra, la ilustración filosófica universal, se limitó la intervención de la iglesia en la educación –prerrogativa otorgada desde el concordato de 1887–, se concedió al gobierno el control de los grados y títulos, se dio potestad al Estado para vigilar las tarifas de las matrículas, se redujo el número de horas dedicadas a la religión, se introdujeron materias nuevas como educación sexual y se agregaron al programa de literatura obras que estaban condenadas por la iglesia. Estas reformas dieron lugar a que un grupo de conservadores renunciara a la Universidad de Antioquia y fundara en 1936 la Universidad Pontificia Bolivariana, bajo la protección de la arquidiócesis de Medellín, como una protesta a lo que consideraban un atropello a la moral. Sin embargo, a mediados de los 40 llegó al poder el partido conservador en cabeza de Mariano Ospina Pérez, y las directivas de la UdeA, ahora de filiación conservadora, empezaron a perseguir a quienes protestaban ante la censura y la limitación de la libertad de cátedra, suprimiendo puestos de trabajo ocupados hasta entonces por docentes y funcionarios liberales.
Fue así como entre académicos, políticos, empresarios, y en general, ciudadanos de pensamiento liberal, acordaron la fundación de una nueva Universidad que, sin propiciar revanchismo ni discriminación de ninguna índole, se orientara por una filosofía liberal –no de partido– sino flexible a nuevas corrientes de pensamiento. Así, el 1º de febrero de 1950 anunciaron la fundación de una nueva Universidad en el departamento de Antioquia, que se identificaría como la “Universidad de Medellín”. Surgió entonces la UdeM y fue dirigida por sus fundadores, quienes establecieron que esta sería propiedad de sus egresados, que a hoy, casi 72 años después, son más de 38.000.
La enorme desigualdad en el acceso a la educación superior en Colombia se traduce en que, cuando alguien nace en un hogar de estrato alto, su familia da por sentado que irá a la universidad; cuando nace en uno de estrato bajo, da casi por descartado que vaya a ella. Pero cuando alguien nace en un hogar de clase media, que pueda ir la universidad se convierte en un proyecto de familia, en un propósito inspiracional al que dirigen todos sus esfuerzos. A lo largo de su historia, la UdeM se convirtió en una puerta a la educación superior para las familias fundamentalmente de estratos, 2, 3 y 4, las familias de clase media de la ciudad, consolidándose como “la más pública de las privadas, y la más privada de las públicas” y sirviendo como un motor de movilidad social en Medellín y Antioquia.
Sin embargo, a principios de este siglo la universidad cayó en manos de Néstor Hincapié, quien la sumió en una tormenta de escándalos y en un desorden administrativo que favorecía sus intereses electorales, en medio de denuncias de presiones a por votos a sus empleados, censura a manifestaciones políticas diferentes, fraccionamiento de contratos y corrupción. Llevó a la universidad a tocar fondo con el escándalo del título otorgado sin requisitos a Julián Bedoya, un político investigado por corrupción electoral y por nexos con paramilitares.
Pero cuando las grandes organizaciones tienen bases sólidas, aguantan los embates de dirigentes corruptos, se recuperan y salen adelante. Así, se organizó una asamblea de estudiantes y egresados que junto a ex rectores y dirigentes universitarios exigieron la renuncia de Hincapié y el nombramiento de un nuevo rector elegido por una firma cazatalentos. De esta manera fue elegido Federico Restrepo, quien desde la rectoría ha implementado cambios que la universidad necesitaba con urgencia.
Esta semana el rector presentó el informe de rendición de cuentas a la comunidad universitaria. Varias de las decisiones importantes que tomaron en estos 11 meses son: la anulación del título de Julián Bedoya; el establecimiento como principio fundamental de la administración “los recursos de la universidad son sagrados”, saneando la contabilidad de la Universidad con una firma auditora, y acabando el fraccionamiento de contratos implementando licitaciones y concursos públicos; la asertividad en las comunicaciones; la reforma administrativa con la provisión de los nuevos cargos por concursos de méritos, y el nombramiento en cargos directivos de personas con experiencia y preparación provenientes del sector privado, público y de la academia.
La universidad de Medellín tiene un enorme potencial: cuenta con un campus-parque constituido en un 55% por una zona de bosque nativo, una planta de personal docente y administrativo de excelentes calidades, una historia y un sello poderoso que lleva el nombre de la ciudad, solvencia financiera, y ahora un liderazgo claro para poner todas esas capacidades al servicio de un proyecto institucional y educativo que ayude a brindar soluciones a los problemas de la sociedad. En este sentido, el rector Restrepo ha propuesto a la comunidad universitaria: «Vamos a recuperar la dignidad de la UdeM».
Como egresado de la U, me esperanza ver el resurgir de mi alma máter. Durante mis 5 años de pregrado sufrí las arbitrariedades y la incompetencia de Hincapié, y fui uno de los cientos de egresados a los que insultó graduándonos en la misma ceremonia en la que graduó a Julián Bedoya. Pero eso es cosa del pasado. Cesó la horrible noche que trajo consigo Néstor Hincapié y tiempos mejores llegaron a la UdeM, que hoy retoma los postulados de sus fundadores de libertad de pensamiento, libertad de cátedra y libertad de expresión. Un buen síntoma del cambio es que la capilla de la universidad se convirtió en un oratorio abierto a todos los credos, y que ya no habrá más un capellán en la nómina. Celebran los fundadores.
La U empieza a recobrar su lugar en la historia como centro de pensamiento liberal, de excelencia académica y como motor de desarrollo de Medellín y Antioquia. Al final, recuperar la Universidad es recuperar un patrimonio para la ciudad y para la sociedad.