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Bauman señala que la modernidad comienza con la conciencia de que el orden no es natural ni divino. La muerte de Dios de Nietzsche es la muerte — o más bien el desvanecimiento — de la metafísica como principal explicación del orden en la tierra. La pérdida de fundamento que define el paso de las sociedades tradicionales a las modernas, y que muchos atribuyen a Descartes, supone también una renuncia a argumentos esencialistas que apelan a una naturaleza de las cosas, o a un origen único de los fenómenos sociales. La filosofía y el pensamiento en general se transformó al abandonar la búsqueda de la verdad, del tipo de explicaciones fundamentalistas y esencialistas.   

La política del amigo y el enemigo, las ideologías y las certezas absolutas nos recuerdan aquellos tiempos en donde la metafísica era la principal explicación del orden universal. Tener pleno convencimiento de que un conjunto de ideas es “la verdad” parece propio de esa época. Gianni Vattimo propone una idea que cuestiona la rigidez del fundamento. Vattimo — que es uno de los filósofos de la posmodernidad, concepto por el que recibió varias respuestas especialmente de Antonny Giddens — asegura que ante la imposibilidad de un saber totalizante y verdadero, la filosofía debe aspirar a un “pensamiento débil”, que asuma su incapacidad de ser omniabarcante y abrace su condición de conocimiento situado y temporal. Toda idea, en ese sentido, es siempre en función del contexto y la época en la que ocurra.

El pensamiento débil es una idea poderosa en tiempos de retorno al fundamentalismo. En la época reciente hemos visto un reestreno de liderazgos políticos cargados de argumentos esencialistas, que dicen cosas como representar la voz del pueblo, o tener la receta del funcionamiento de la economía apelando a premisas del siglo XVIII. El caudillismo, tan propio de Latinoamérica se construye con el libreto de la verdad absoluta, el fundamento y la esencia. El pensamiento débil cuestiona los sistemas de saber, como las ideologías, cuyo punto de partida es la búsqueda de la verdad; asume que ante la muerte de Dios y el desvanecimiento de la metafísica no tiene mucho sentido el pensamiento que pretende esencialismos. Vattimo y compañía sobreestimaron la muerte del fundamento y esto condujo a que muchos se atrevieran a declarar la extinción de las ideologías. Pero eso es conversación de otra columna.            

La idea del filósofo italiano no es una invitación ni al relativismo ni a la renuncia de las ideologías. Si asumimos como cierto que nuestro comportamiento está basado en modelos mentales esto parece una tarea inútil e ingenua. Pero sí cuestiona la dureza de ciertos sistemas de pensamiento y sobre todo desnuda la imposibilidad del fundamentalismo como explicación del mundo contemporáneo. Conviene revisar la idea del pensamiento débil a la luz de la reedición de la política esencialista y de lo que algunos denominan el “auge de los populismos”. Que la muerte de su autor la semana pasada sea un motivo.   

Otros escritos de este autor: https://noapto.co/juan-pablo-trujillo/  

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