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Andrés Preciado

El gobierno de Quintero envejece mal

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En un mes, Daniel Quintero cerrará su tercer año de gobierno como alcalde de Medellín en medio de un evidente deterioro de las condiciones de calidad de vida en la ciudad, que seguirán agravándose. El ocaso de su poder en el año final de mandato será gris y tenebroso, como las tardes lluviosas de las últimas semanas de noviembre.

Las aristas problemáticas de la tormenta que ha significado el paso de Daniel Quintero por la Alpujarra se cuentan por decenas, entre el manejo errático de EPM, las falencias de contratación y la corrupción en Buen Comienzo, la falta de mantenimiento de la infraestructura educativa y deportiva, el aumento histórico de hurtos, la débil gestión del manejo de residuos, la falta de política para atender la congestión vial y la movilidad crítica, el abandono del Metro y la deuda de la Alcaldía con la entidad que lo ahoga financieramente, las mentiras reiteradas en temas de manejo estratégico y la utilización política mezquina de cada suceso de ciudad.

Pese a lo problemático de todo lo anterior las dos herencias más complejas y preocupantes de su mandato que quiero profundizar son herencias políticas y morales. La primera es que Quintero inauguró una manera de hacer política a partir de acabar con todo para mostrarse como salvador. Desde la campaña y ya en el gobierno (lo que la hace peor) su forma de actuar arranca por la destrucción argumentativa inicial y la capitalización política incoherente posterior, veamos un ejemplo: Daniel Quintero destruyó por completo el proyecto de Hidroituango desde lo argumentativo, primero aprovechando la contingencia del mismo para generar rumores de corrupción, críticas a los constructores y señalar supuestas fallas de administraciones anteriores. Luego, sin ningún cambio sustancial, sin modificar absolutamente nada en el proyecto, por eso digo que lo destruyó argumentativamente, el proyecto avanza con la misma EPM liderando y su equipo técnico casi intacto, con los mismos constructores, incluso con errores hechos públicos de las reclamaciones de póliza. El proyecto avanzó y parecer tener un fin positivo sin una sola vida perdida por el siniestro anterior, y pese a todo eso, a la incoherencia con la que argumentativamente actuó el alcalde, se presenta como el salvador, incluso con alusiones populistas de corte religioso. En aras de la sinceridad, habría que decir que Hidroituango se salvó de Quintero y que logró concretarse pese a su sabotaje.

La segunda herencia nefasta del paso de Daniel Quintero por la Alpujarra es que un mecanismo bien aceitado de corrupción y politiquería sí puede ser altamente rentable. Lo que vemos hasta ahora es que Daniel Quintero y sus allegados pueden actuar con fuertes y preocupantes sospechas de detrimento patrimonial, malversación de recursos, ineficiencia, pueden etiquetar y vilipendiar contrarios, pueden mentir y tergiversar sin consecuencia jurídica (penal o disciplinaria) y política alguna. De hecho, una de las mayores consecuencias de su mandato será que solo se hará evidente el tamaño real del deterioro cuando no estén él y su equipo en la Alcaldía, cosa que no será fácil que suceda pronto, porque como lo vemos la mala gestión no necesariamente da mala reputación y el mecanismo siniestro de operación, bien aceitado por los 3 años de gobierno y contratación, no será fácil de vencer en las elecciones de 2023.

La mala noticia es que no hemos visto lo peor, el cierre de gobierno será más tortuoso en medio de una historia hiperpublicitada de éxitos vacíos de la Alcaldía y de elecciones en las calles. El 2023 que le espera a Medellín será áspero, con una ciudad de capa caída y un alcalde que querrá seguir enfatizando en su proyecto populista de destruir todo para luego mostrarse como el salvador.

Otros escritos de este autor: https://noapto.co/andres-preciado/

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