Nord Stream 2 es el gasoducto de la discordia. Se espera que su entrada en funcionamiento redunde en un mayor suministro de gas a Europa, y como se anhela en esta época de gas escaso e invierno, reducciones de precios.

Pero Nord Stream 2 viene con veneno. Su trazado no pasa por Ucrania, lo cual es muy conveniente para Rusia y para Vladimir Putin. Y para Europa, parece que la promesa de una mejor oferta de gas viene acompañada de una pérdida de seguridad, de más matoneo a los países del este, y de una Rusia envalentonada por sus exportaciones de gas, que sin pasar por terceros países, llegarán ágilmente a los consumidores.

En la actual coyuntura geopolítica, parece que Nord Stream 2 es una mala idea. Con aproximadamente un tercio del formidable ejército ruso a las puertas de Ucrania, un ambiente caldeado por declaraciones nacionalistas como las de Putin en su ensayo publicado hace poco (en que reivindica la idea que ucranianos y rusos son una misma nación), el insulto diplomático hecho por representantes rusos a la OTAN (piden condiciones imposibles, como hacer retroceder la OTAN a sus fronteras de hace veinte años) y el resentimiento por las tímidas ventas de Gazprom a Europa en medio del invierno, los europeos no quieren cederle un centímetro al oso ruso.

Si bien la Unión Europea (UE) tiene razones para sacar el garrote y no la zanahoria, la realidad tiene sus matices. Por un lado, no hace falta confundir el asunto de Ucrania y el de Nord Stream 2. Ya pasó el momento de usar la movilización en las fronteras ucranianas para obtener garantías en torno al gasoducto. En pésimo augurio para el siglo XXI, la preocupación de Rusia en Ucrania es de verdad la OTAN, y la entrada de ese país a la UE y la esfera de influencia occidental.

Más aún, Europa necesita desesperadamente ese gas. Alemania ante todo. Como ese país, corazón del proyecto de integración europeo, es una potencia industrial, sus exportaciones son intensivas en energía, y sin ellas, la nación alemana sería pobre y débil, y perdería su mejor ficha frente a Putin: su poderío económico. Poner en peligro el parque industrial alemán por sancionar a Rusia es lo contrario a una estrategia: es la forma más rápida de capitulación.

Este asunto tiene muchas aristas. Primero, después del desastre de Fukushima, los alemanes decidieron apagar sus reactores nucleares, aduciendo razones de seguridad y ambientales. No obstante, el consumo energético continuó su crecimiento, y hoy Alemania tiene unas emisiones per cápita exageradas frente a sus socios, y el país ya anunció que no cumplirá sus metas climáticas.

De ahí la importancia del gas. Es el combustible fósil de la transición, pues es más limpio que el petróleo y el carbón, no sufre de la intermitencia de las renovables, y el parque industrial europeo puede funcionar con él. El problema es solo uno: lo tiene Rusia.

No hace falta caer en pánico. En teoría de juegos existe el concepto de “amenaza no creíble”, que señala situaciones en que un actor formula una amenaza cuya implementación acarrea costos muy grandes para él, y por ende con bajas posibilidades de materializarse. Hay que recordar a Hugo Chávez, que tanto amenazó con dejar de venderle petróleo a Estados Unidos, para nunca pasar de las palabras. Y se entiende fácilmente el por qué: las exportaciones son ingreso, traen divisas, empleos. En el caso de Chávez, no muy diferente al de Putin, traen algo más: dinero para financiar sus proyectos geopolíticos. En el caso del venezolano, era para la alianza ALBA, cuya cohesión dependía del combustible venezolano, y en el del ruso, la reconstitución del espacio geopolítico de la Rusia imperial.

Una vez Rusia esté vendiendo gas a través de Nord Stream 2 a Europa, las divisas lo serán todo, más aún para una economía rusa, que desde la ocupación a la península de Crimea ha sido sancionada y lentamente expulsada del sistema SWIFT, o mejor dicho, de la economía del dólar. Tal vez la UE tenga más poder de negociación con el gasoducto, que sin él.

Nord Stream 2 no es una amenaza para la seguridad europea (así lo digan los norteamericanos, que incluso han amenazado con sanciones a empresas europeas por participar en el proyecto). Putin no dejará de ser Putin solo porque su gas pase por Ucrania. Pero Alemania si dejará de ser Alemania cuando ya no pueda exportar los bienes que hoy la enriquecen.

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