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En Colombia es muy fácil hacerse viral. Y es más grave hacer algo bien, o por lo menos querer intentarlo, que cometer un delito. Hace unos años me atacaron fuertemente en Twitter por ser hincha del fútbol. Porque alentaba a Medellín, a Nacional, a Millonarios y, básicamente, a todos los equipos. Entre los doce y los veintidós años fui hincha fiel del DIM, luego comprendí que disfrutaba el deporte más allá de un color o de un escudo. En mi clóset tengo camisetas de varios equipos y selecciones. Y me encantan.

Recuerdo con desasosiego y sorpresa los mensajes tan agresivos que recibí únicamente porque festejé que Atlético Nacional ganó una Libertadores, cuando días antes había apoyado al Deportivo Independiente Medellín en un torneo local. Uno en especial me impactó: “Ojalá te quemen viva”. Lo escribió una mujer que tenía en su perfil que era estudiante de Administración de Empresas de EAFIT. Si esos son nuestros futuros profesionales…

Durante unos días me sentí abrumada, triste y decepcionada de la violencia que generaba una pasión que ha sido fundamental y esencial en mi vida. Sin embargo, como todo lo polémico y viral de esa red social, en unos días quedó olvidado y los inquisidores de Twitter comenzaron a atacar a otras personas. Me volví apática por el fútbol, se me apagó esa emoción que me generaba ver un partido, ponerme una camiseta y apoyar al equipo que me diera la gana. Luego entendí que la culpa no la tiene el deporte, no es el fútbol el violento. Los violentos somo nosotros que no permitimos que nadie sea ni viva como le parezca. Y que seguimos pensando que serle fiel a un club es más importante que ser fiel a uno. Pero ese es otro tema.

Me acordé de esto porque hace unos días, Melissa Medina, una mujer de Medellín, se hizo viral cuando anunció su candidatura al Concejo por la lista del partido Creemos. Melissa fue víctima de ataques, insultos y burlas de una manera feroz. Vi su video en el que abre con la frase “No sé mucho de política” y pensé: “No sabe en lo que se está metiendo”, pero creo que ni ella ni nadie se imaginó la ola de mensajes tan ofensivos que recibiría.

Esa misma noche anunció nuevamente en sus redes sociales que desistía de su candidatura porque le daría prioridad a su tranquilidad y la de sus seres queridos. Vi algunos videos y memes que hacían alusión a su video y me reí, porque una cosa es una parodia de un asunto que se vuelve público, hecho más a manera de diversión o de comedia, y otra muy diferente es el insulto sistematizado y agresivo contra una persona. También conversé con varios amigos al respecto y coincidimos en que sí, en que tal vez ella no estaba preparada para el cargo al que aspiraba y que era mejor que renunciara a la candidatura.

Sin embargo, Melissa es una mujer auténtica, descubrí en sus fotos —aunque sé que los perfiles de Instagram no son la realidad, sino una pequeña parte de nuestra vida— a una mujer amorosa, buena hija, buena hermana, alegre, tranquila, amante de la aventura, de los animales, de la moda. Una mujer que no le estaba haciendo daño a nadie, ni tenía la intención de hacerlo. Estaba —y está— en su derecho legítimo de participar en una contienda electoral, así a muchos no nos parezca que esté capacitada para el cargo. No entiendo algo: si no iban a votar por ella, si les parecía tan inexperta, por qué simplemente no pasaron el vídeo y siguieron con su vida. Estoy segura de que, si Melissa hubiera sido hombre, no la habrían atacado de esa forma. Dirán los antifeministas que no es así y que por supuesto la juzgaban era por sus capacidades. Si fuera solo por eso, simplemente no la consideraban como una opción para darle un voto y listo. Pero a Melissa la ridiculizaron e infantilizaron de una manera atroz.

Se les olvida a estos ajusticiadores de las redes que hay otro derecho, el de elegir. Estamos en época electoral y los candidatos a todas las corporaciones están apareciendo. La mayoría, me atrevo a decir sin ninguna prueba pero sin dudas, no están capacitados ni saben a qué se enfrentan. Incluso los que aspiran a la Alcaldía y a la Gobernación, donde la responsabilidad es aún mayor. Suena cliché, pero nadie lo aplica: la batalla está en las urnas. Nadie está obligado a votar por nadie.

No nos corresponde ser jueces sin compasión de una manera tan hipócrita. Cada ser humano tiene un derecho fundamental, universal: el derecho a ser. Y no voy a mentir, yo también he estado en la posición del señalamiento, del juicio. Pero puedo decir con tranquilidad y convicción que, aunque muchas cosas no me parecen, o no estoy de acuerdo con ellas jamás he atacado a nadie en una red social, ni le he insultado de manera cobarde detrás de una pantalla.

Espero que todas esas personas que le tiraron tan duro a esta mujer se tomen el tiempo de leer las hojas de vida y trayectoria de todos los candidatos al Concejo, Asamblea, Juntas de Acción Local, Gobernación y Alcaldía. Y que lo hagan de forma rigurosa para decidir con seguridad a quién le darán el voto. Que recuerden —y no se les olvide— a esos que señalan tan fácil, con tanta grandilocuencia y autoridad que, en este mundo de exposición e instantaneidad, víctimas y verdugos somos la misma humanidad. 

Otros escritos de esta autora: https://noapto.co/amalia-uribe/

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