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Javier Mejía Cubillos escribió la semana pasada en Forbes Colombia una columna sobre la necesidad de alejarse del lema de la política basada en evidencia, de esa frase hecha que se volvió la muletilla preferida de economistas, politólogos y demás diseñadores de políticas. La premisa de esta frase que se repite y se repite es que tendremos mejores políticas en la medida que incorporemos datos en sus diseños. Los argumentos de Mejía Cubillos van a los puntos centrales de este principio reciente de política pública que tiene como telón de fondo a la “revolución positiva de las ciencias sociales”, a esa vergüenza original que condujo a la incorporación de los postulados y los métodos de las ciencias naturales.
Mejía Cubillos recuerda la incapacidad humana para explicar el mundo mencionando lo frágil y cambiante que puede ser eso que llaman “la evidencia”. Pero el punto más importante de su texto no es ese. Incluso algunas personas podrían considerarlo como una verdad consabida que no condiciona el hecho de tomar decisiones políticas con base en evidencia, pues por más inabarcable que sea la complejidad universal, siempre será mejor actuar con certezas débiles que sin ellas. El mismo Mejía Cubillos sugiere eso, y no invita a abandonar, de ninguna manera, los hallazgos de los trabajos científicos.
Lo central de su columna es su posición sobre cómo el salmo tecnocrático olvida y menosprecia otras cuestiones más relevantes en el diseño de acciones públicas. El excesivo énfasis en los datos, las gráficas y las causalidades olvida los contextos y las personas. Un director de teatro decía: “quien sólo sabe de teatro, ni de teatro sabe”. Se podría decir lo mismo de los tecnócratas cuyo mundo es R, Phyton y Scopus: quien sólo sabe de datos, ni de datos sabe.
Elinor Ostrom en sus trabajos sobre arreglos institucionales informales dejó más o menos claro que las comunidades no son sólo objeto de la acción pública, sino sujeto de las trasformaciones sociales sostenibles. El profesor Adolfo Eslava en su libro “Políticos, técnicos y comunidades” reflexiona sobre la importancia del conocimiento empírico comunitario para el éxito de las acciones públicas. Los saberes y las condiciones propias de cada territorio a menudo son más importantes que los grupos de tratamiento y de control, o las regresiones lineales.
El diseño e implementación de acciones públicas debería priorizar, siempre que pueda, a los diagnósticos micro territorializados construidos a partir del diálogo con las comunidades sujeto y objeto de las políticas. El llamado del profesor Mejía Cubillos a acabar con las políticas basadas en la evidencia es una invitación a que los diseñadores sean más cautos frente a los hallazgos académicos, y no los utilicen como un argumento incontrovertible para implementar políticas de arriba hacia abajo, mirando siempre a los ciudadanos y ciudadanas como objetos del credo tecnocrático, incapaces de entender qué es lo mejor para ellos mismos. Acá pueden leer la columna de Javier Mejía Cubillos: https://forbes.co/2024/07/30/red-forbes/acabemos-con-las-politicas-basadas-en-evidencia
Otros escritos de este autor: https://noapto.co/juan-pablo-trujillo/