El club de los negocios raros

El club de los negocios raros

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Gilbert Keith Chesterton es uno de los mayores exponentes de la literatura inglesa. Muchas de sus historias se caracterizan por seguir a un personaje cuya avidez intelectual lo lleva a desenredar los más disparatados misterios y alborotos.

En El Club de los Negocios Raros, Basil Grant, su hermano Rupert y Charlie Swinburne se encuentran -en 6 narraciones extraordinarias- a los miembros de un selecto club cuyo propósito es reunir a aquellas personas que hayan inventado una nueva y exclusiva manera de ganarse la vida.

Los personajes se encuentran con P. G. Northover, dueño de la Oficina de Aventuras Ltda., una compañía dedicada a la superación de la monotonía. Dicha organización genera todas las condiciones para llevar a la vida de una persona sucesos extraordinarios que los obligan a resolver un crimen, luchar por su supervivencia, salvar a un extraño; volviéndolos héroes y villanos de sus propias historias de aventura.

También revelan los engaños del Organizador de la Réplica Inteligente, un hombre que prepara con anterioridad conversaciones que pretenden lograr que quien contrata sus servicios sea visto como una persona elocuente, graciosa, sagaz y con cualquier otra cantidad de buenas cualidades en eventos sociales, donde el resto de los invitados son ignorantes de la trama diseñada en favor de aquel que desea causar buenas impresiones.

En otra ocasión, Basil y Swinburne son abordados por Retenedores Profesionales, hombres dedicados profesionalmente a impedir que una persona cumpla sus planes por solicitud de otro que necesita desembarazarse de su presencia momentáneamente. Otro miembro singular es el Agente de Fincas Arbóreas, quien construye y comercia casas en árboles; o el profesor Chadd, que logra recibir una pensión vitalicia del Museo Británico por inventar un nuevo idioma. La última descabellada empresa es el Tribunal Voluntario, donde, de cuenta propia, las personas resuelven conflictos éticos y, por puro honor, deciden acogerse a las recomendaciones de su juez.

Re-leí este libro por algo que vi en la calle: un hombre desarrollando el tradicional oficio de calibrador de llantas. Para quien no conozca esta profesión, consiste en usar un palo para determinar si las llantas de un carro están bien infladas y, en caso de no estarlo, alertar al conductor del peligro que corre. Así también hay otros pintorescos oficios del rebusque colombiano como los electrocutadores, que para dar un momento de emoción y adrenalina te meten un corrientazo por el que pagas; o los venteros de minutos, que supongo, están en vía de extinción; los cuidadores de carros que sólo aparecen para cobrar y hasta sobanderos que curan males con palmaditas y caricias reforzadas en ungüentos.

La creatividad a la que ha empujado a muchos la informalidad en Colombia tiene algo de bello, tal vez de para un libro de cuentos al estilo de Chesterton. Sin embargo, en nuestro Club de Negocios Raros no se asistiría a ostentosas cenas con la aristocracia, ni se usarían trajes y sombreros; al contrario, seguramente la gente que pasa hambre se iría caminando al trabajo porque no les alcanza para el bus y serían víctimas de infinitas violencias, quien sabe cuántas cosas más.

Deben existir muchos cuentos a la colombiana, que presenten lo bonito y caricaturesco de nuestra realidad sin dejar de lado las duras y las maduras. Si los hay -cuentos, no novelas-, que alguien me los recomiende.

Otros escritos de este autor: https://noapto.co/pablo-estrada/

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