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Juan Pablo Trujillo

El club de las 5am, el éxito y la pobreza

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Robin Sharma y su libro el Club de las 5 am son un capítulo especial en esta historia, muy conocida en las últimas décadas, de fórmulas, pasos y consejos para que una persona consiga éxito, para que sortee individualmente fallas sistémicas como la pobreza y la desigualdad. Sharma, quien ganó fama a finales de la década de los 90 con “El monje que vendió su Ferrari”, ha vendido más de quince millones de libros en noventa y tres países desde diciembre de 2018. Su principal objetivo es ofrecerle al lector la clave para ser rico y exitoso. La llave que conducirá a cualquier persona al éxito social, según él, es despertarse temprano y realizar una serie de actividades.

En El Club de las 5 am, Sharma reproduce la idea de que el éxito y la riqueza son una cuestión de solución biográfica. Cada persona, por sí misma, puede adaptar una serie de prácticas diarias que lo lleven a obtener éxito y riqueza. A lo largo del libro se hace referencia textual a que todas las personas son extraordinarias. Esto supone una contradicción lógica. Si todos somos extraordinarios, nadie lo es. Lo extraordinario conlleva por linealidad lógica la presencia de lo ordinario. Más allá de esa contradicción, la narración parte del principio de que cualquier persona que adopte una serie de prácticas que dependen solamente de su voluntad, de su disciplina y de su rendimiento, puede obtener éxito económico. Esto significa, en otras palabras, que hay una gestión exclusivamente individual de la vida social, una solución biográfica de los problemas sistémicos.

En El Club de las 5 am no hay una sola referencia a condiciones contextuales, ambientales o sociales que expliquen la vida individual. El mundo es el individuo y no de la manera que lo describió alguna vez Schopenhauer, como “el mundo es mi representación”, si no del modo en que no hay explicación por fuera del individuo. El individuo es el único responsable de su propia de suerte. De él depende la configuración de la vida misma. No hay nada que por sí solo no pueda conseguir. El uso de expresiones como “la magia”, “el potencial” “el impulso”, aluden a la posibilidad de sortear el destino individualmente. El éxito, la riqueza, son una cuestión de elección, de adoptar una disciplina tal que conlleve a la máxima expresión del potencial individual. Los “mejores” entendidos, como los que tienen más disciplina y se esfuerzan más, son los que consiguen éxito y riqueza. El correlato de esta narración es la mediocridad, la pereza y las excusas que desperdician la potencia individual. Si una persona no logra éxito, si no realiza proezas extraordinarias, es su responsabilidad dada su mediocridad y su pereza.

Hay una alusión especifica que puede darnos más contexto respecto a esta omisión de lo contextual, de lo sistémico. El autor define a la serie de hábitos de las personas exitosas como “Ventajas Competitivas Gigantescas” (VCG). Dichas ventajas son producto de las prácticas de excelencia que trazan el camino al éxito y a la riqueza. Fruto de las acciones individuales, de los comportamientos de las mujeres y los hombres. Reitero, en ningún momento de la narración se lee mención a condiciones sistémicas que, nos dicen los estudios de pobreza y desigualdad, tienen impacto en los destinos de las personas.

Pedro Carneiro y James Heckerman aseguran que las habilidades que Sharma denomina VCG se desarrollan principalmente en la primera infancia, es decir, un buen desarrollo cognitivo a una edad temprana va a redundar en mayores posibilidades de progreso social individual. Carneiro y Heckerman (2003) encuentran también que los padres más ricos tienen mayores posibilidades de influir en el desarrollo cognitivo y de capacidades de sus hijos. 

Sharma tiene razón pues sí existen “Ventajas Competitivas Gigantescas” (VCG). Sin embargo, estas no refieren solo a comportamientos, disciplina, rendimiento, etc. Cuestiones como el azar y la fortuna del nacimiento son condiciones estructurales que determinan en gran parte la posición social de las personas. Son, como dirían Juan Camilo Cárdenas, Leopoldo Fergusson y Mauricio García Villegas “activos sociales inmateriales” (ASI): los diplomas, las conexiones, la etiqueta, el consumo cultural, y demás asuntos no materiales relacionados con la reproducción social, con el hecho de que los ricos y los pobres tiendan a perpetuarse generación tras generación, tiendan a mantenerse en la misma posición social de acuerdo con el lugar en el que nacen.  Entonces sí, sí hay VCG, pero estas tienen que ver más con la forma en la que se comporta la pobreza y la desigualdad, con el modo en que las fallas sistémicas se expresan, que con las rutinas diarias de las personas. Así que los pobres no son perezosos y mediocres, y los ricos virtuosos y disciplinados; esa es una representación mentirosa y estigmatizadora de la riqueza y la pobreza que reproducen libros muy famosos como el Club de las 5 am.  

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