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Mi abuelo se quiere morir. Está cansado. Tiene 98 años, tres meses y veinticuatro días. La última vez que lo llamé —el día de su cumpleaños, y que la tía le fue gritando mis preguntas porque ya no me alcanza a escuchar por el teléfono—, cuando le pregunté qué estás haciendo, dijo: esperando. ¿Esperando qué, abuelo? La muerte, dijo.
Es la tercera vez que me lo repite. Hace año y medio, que me despedí de él porque me iba a estudiar fuera del país, y que pensé que quizá sería la última vez que lo iba a ver, cuando lo llevé obligado por mis tías al odontólogo, alegó todo el camino, que le dejaran caer sus dientes que él ya estaba para morirse.
Estoy cansado, dijo, y no volvió a decir nada más hasta que se bajó del carro y me soltó el Dios la bendiga. A mí me enseñaron desde niña que a los abuelos, tanto para saludar como despedirse, se les pedía la bendición. Yo me estaba despidiendo, y ojalá para siempre.
La primera vez que habló de su cansancio tenía 92 años. Fue el mismo día que lo pillé escuchando misa en alemán —alguien había apretado el botón ese del televisor que quita el doblaje al español — y cuando le pregunté si es que él sabía alemán, contestó: Y qué importa, si todos dicen lo mismo. Abuelito, usted por qué reza tanto. Para que mi Dios se acuerde de mí.
A ese Dios el abuelo le reza todos los días para que le perdone los pecados y cada semana que el padre va a llevarle la comunión, él saca del bolsillo un billete que antes le pidió a la tía para dar la limosna. El abuelo tiene miedo de que no le alcance para que lo perdone.
En ese entonces todavía encontraba ciertos placeres: ver pasar gente desde el balcón, releer un libro de oraciones que se sabe de memoria, escuchar misa por radio o televisión. Pero ya se cansó de la gente, del libro y de la misa. Ya no le gusta caminar. Lo único que le parece soportable es dormir, y duerme. El día de la llamada del cumpleaños se levantó a las once y media. Ve, el abuelo durmió como quince horas, contó la tía.
El abuelo se está convirtiendo en gato.
Me leí esta semana Ciencia ficción capitalista. Cómo los multimillonarios nos salvarán del fin del mundo de Michel Nieva. Es un libro increíble sobre las intenciones de los multimillonarios en el que se entienden muy bien varias cosas que están pasando actualmente.
En la página 14 pensé en mi abuelo. Nieva explica que un tema que ocupa los imaginarios y las inversiones de Silicon Valley es la inmortalidad y que el gerontólogo Aubrey de Grey contó en su libro Ending Aging la teoría de que la vejez no es un fenómeno natural e irreversible, sino que el deterioro de las estructuras celulares se puede reparar como el motor de un auto y tener una esperanza de vida indefinida. Según Aubrey, para 2050 las personas con dinero suficiente para pagarlo podrían vivir más de mil años.
Vivir mil años.
Supongo que si uno tiene tanto dinero y no está enfermo, de pronto. Pero en ese caso se me hace más un acto soberbio.
En el chat de la familia hacen cadenas de oración cada tanto. Le dije a la mamá que deberíamos hacer una por el abuelo y por un tío que está muy viejo también y muy enfermo. Para que se mueran. Para que Dios se acuerde de ellos. Ay no, respondió. Tampoco. Y eso que ella está de acuerdo en que ya es hora, que están cansados y que su vida ya fue.
Hay en nuestra sociedad una reverencia con la muerte, supongo porque nos da mucho miedo el dolor que nos trae. Pero a veces lo mejor que le puede pasar a alguien es morir. Es el mejor deseo que podemos tener con ellos. Con mi abuelo, por ejemplo. Qué hay más triste que perderle todo el sabor a la vida.
Leer No tenía ganas de nada, solo de vivir
Ojalá que su Dios se acuerde pronto de él. Porque para gatos, mi gato cumple muy bien su papel. No necesito —ni quiero— un abuelo que haga de gato.
Lo escribió Wislawa Szymborska al final del poema Sobre la muerte, sin exagerar:
No existe vida,
que, aun por un instante,
no sea inmortal.
La muerte
siempre llega con ese instante de retraso.
En vano golpea la aldaba
en la puerta invisible.
Lo ya vivido
no se lo puede llevar.
Otros escritos de esta autora: https://noapto.co/monica-quintero/