Diáspora

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En 2017, fuimos testigos de un dramático incremento en la migración venezolana hacia países vecinos; Colombia, por su cercanía geográfica, ha acogido cerca del 40% de esta diáspora. Actualmente, es común observar a numerosos venezolanos integrados en nuestras ciudades y en el mercado laboral, muchos de los cuales ya se han establecido aquí, han traído a sus familias o han formado nuevas.

No obstante, se ha arraigado un discurso xenófobo que cataloga a los venezolanos como delincuentes, con comentarios despectivos como “con razón es ladrón, es que es venezolano” o “los venezolanos sólo vienen a delinquir”, discurso que me ha recordado constantemente el lastre de narcotráfico que nos representa a los colombianos en el exterior.

Una de las frases que más he escuchado a lo largo de estos años ha sido: “los venezolanos solo vienen a quitarle el trabajo a los colombianos”. Este último prejuicio ha resonado persistentemente en mi mente, llevándome a investigar a fondo: ¿Es verdad que los venezolanos nos roban el empleo? ¿O acaso su presencia ofrece más beneficios que problemas?

Con respecto a este tema, un hallazgo sorprendente reveló que, desde 2017, Colombia ha enfrentado una crisis en el sector cafetero debido a la falta de trabajadores dispuestos a recolectar café, a pesar de ser uno de los mayores exportadores del mundo (actualmente ubicado en el top 3.) Curiosamente, esta brecha ha sido subsanada en su mayoría por venezolanos, donde según datos de Migración Colombia, nueve de cada diez recolectores de café en el país son venezolanos, lo que demuestra su importancia vital para la industria.

Más allá de la recolección de café, estudios económicos indican que la migración venezolana ha contribuido a un aumento del 4% en las exportaciones de manufacturas de Colombia. Si se implementan políticas adecuadas para facilitar su integración económica, se estima que el PIB nacional podría incrementarse hasta en un 25%.

A pesar de que más del 20% de los migrantes venezolanos poseen un título universitario y cerca del 50% han completado la secundaria, muchos se encuentran empleados en trabajos que no aprovechan plenamente sus habilidades. La principal preocupación entre los colombianos es la supuesta reducción de salarios debido a la afluencia de trabajadores venezolanos, especialmente en el sector informal, donde compiten más directamente con la población local menos educada.

Sin embargo, estudios sugieren que, con la obtención de permisos de trabajo y la validación de estudios, el impacto negativo sobre los salarios sería mínimo, estimándose en apenas un 2% y solo a corto plazo, mientras las empresas se adaptan a esta nueva fuerza laboral. Donde los principales choques negativos se encuentran en la informalidad, mercado laboral donde no debería encontrarse la población. Contrastando este 2% con el potencial de crecimiento económico del 25% proyectado.

Con estos datos en mano, es claro que el estigma que pesa sobre los migrantes venezolanos requiere mayor fundamento. Más que un lastre, representan una oportunidad significativa para fortalecer y expandir nuestra economía, incluso ante los desafíos que plantea su integración, donde en lugar de perpetuar prejuicios, debemos considerar cómo podemos aprovechar eficazmente esta valiosa mano de obra.

Los prejuicios y la xenofobia no solo obstaculizan esta oportunidad, sino que también dividen a nuestra sociedad, fomentando un ambiente de desconfianza y resentimiento que nos debilita a todos. Es esencial que como nación reconozcamos y aprovechemos el potencial que estos nuevos ciudadanos aportan. Al hacerlo, no solo avanzaremos hacia una economía más robusta y diversificada, sino que también daremos pasos significativos hacia una sociedad más inclusiva y justa.

La integración efectiva de los migrantes venezolanos no es solo una cuestión de política económica; es un imperativo moral que refleja lo mejor de nuestros valores como sociedad colombiana, demostrando lo bueno que caracteriza nuestra identidad social; recalcando que el crimen no tiene nacionalidad aun cuando eso creemos.

Otros escritos de esta autora: https://noapto.co/carolina-arrieta/

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