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Se dio la transmisión de mando en Colombia. Cargada de símbolos y de gente. Se notó en los detalles el cambio de era, desde la polémica por la espada hasta el tono de los discursos de Petro y Roy. Fondo y forma. Se dio como resultado de unas elecciones y de una democracia que permanentemente negaron los ganadores. No es poca cosa, ha ganado la izquierda y ha recibido el poder, el juramento de las Fuerzas Armadas y la Policía, y el aplauso del pueblo. El problema con Petro poco han sido los símbolos, es la acción.

Lo he dicho antes, a Petro hay que oponerse y a la vez hay que defenderlo. Oponerse al populismo y las locuras económicas, al narcisismo exagerado, a la aplanadora burocrática, a la mermelada, a la improvisación, al derroche, a las concesiones con los politiqueros, al todo vale, a las mentiras y por supuesto, a su extraña relación con el Alcalde de Medellín de la que poco sabemos. El punto 7 de su decálogo habla de la lucha contra la corrupción, bien puede empezar por Medellín. Hay temas que me preocupan, no porque los priorice sino porque no es claro cómo lo hará, ni su impacto en la realidad económica de Colombia. Temas en los que es muy fácil equivocarse, aún de buena fe. Con Petro, más que el qué, preocupa el cómo. En los próximos días empezarán las claridades.

Pero habrá también que defenderlo de los ataques calumniosos de quienes han utilizado mentiras del calibre del rayo homosexualizador, la entrega del país a las FARC y prácticas que van desde la parapolítica hasta las chuzadas. Hay que enfrentar la mentira en general y defender el rigor técnico y los argumentos. Estoy listo para apoyar avances serios en temas en los que he creído desde siempre y que estoy seguro de que bajo un liderazgo positivo son clave para el futuro de Colombia.  Estaré del lado de la paz, la cultura, la educación, las mujeres y el planeta. Apoyo que se conozca en colegios y universidades el informe de la comisión de la verdad, por ejemplo. Comparto también su opinión sobre la lucha contra las drogas y quiero creer que será capaz de liderar a su equipo para equilibrar la utopía y la realidad, para que no paguemos en una larga resaca la fiesta de su mandato.

El nuevo Presidente parece convencido de que logrará cambiar por completo la historia del país, se ve como capaz de darle a Colombia una nueva oportunidad sobre la tierra y yo suelo desconfiar de quienes se tienen a sí mismos en semejante altar. La democracia será puesta a prueba, no solo por el comportamiento del Presidente, como siempre ocurre, sino también por el de la oposición que, en parte, conforman sectores que han sido capaces de usar, sin pena, todo el poder del Estado a su favor. La reacción en contra de políticas adversas a sus intereses será determinante para el futuro del país ya que somos dolorosamente expertos en combinar política y violencia.

Empieza un nuevo gobierno y también la responsabilidad de prepararnos para cuestionar, desde el rigor, las políticas equivocadas que desde ya se asoman en el panorama y para respaldar aquellas que nos ayuden a dar un paso hacia adelante.

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