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Hace un par de semanas escribí sobre la reflexión a la que llego con una de mis canciones favoritas, que me hace pensar en la persona que me gustaría ser. Cuando pienso acerca de quién soy, llego inevitablemente al tema de mis defectos; asumo que, al menos la gente de mi generación, piensa más o menos las cosas que yo pienso cuando se ven en el espejo, que ven un millón de defectos físicos. Yo, por ejemplo, me estoy quedando calvo, suelo tener un ojo más cerrado que el otro y la dirección de mi pelo en las entradas es diferente a la izquierda que a la derecha.

Es difícil superar el sentimiento de insuficiencia que llega cuando se consideran los defectos físicos, en específico, a mi se me dificulta abandonar aquellos pensamientos que me bajan el autoestima. Sin embargo, los defectos superficiales son de lo más común, los hay al infinito y para todas las personas en la medida en que todos vemos el mundo de forma diferente. Por lo tanto, no vale la pena desgastarse en ellos.

Los defectos que quiero abordar hoy son esos que toman muchas horas de actividad cerebral para comprender, que no se ven fácilmente y que son aun más difíciles de aceptar. Yo procuro hacer el ejercicio de analizar mis mayores defectos como persona, conocerlos es una excelente manera de llegar a superarlos. Así que, como parte de este ejercicio, pongo por escrito algunos de mis peores defectos.

Soy profundamente inconstante, he tenido varios hobbies que, en su mayoría, se han quedado en un cajón. Toqué guitarra y saxofón, cada cosa por un par de meses, si acaso por un año; fui deportista de la universidad sólo dos semestres; he corrido varias medias maratones, pero soy runner de un par de meses; hice crochet alrededor de un año largo; hace más de un año compré un curso y los materiales para aprender a bordar, pero no he empezado; puedo leer un libro en un par de días o leer un par de libros en una cantidad de tiempo indeterminada; he realizado varios ejercicios de escritura que terminé por abandonar. Como manifesté anteriormente, escribir para No Apto es una manera de encarar esta inconstancia y superarme a mí mismo.

Debo confesar que a mi inconstancia se le suma -o tal vez es la causa-, el hecho de que también soy perezoso; eso mismo hace que valore fácilmente el costo del esfuerzo. Sé de primera mano lo que cuesta hacer cualquier cosa porque, por alguna razón que no puedo superar, rara vez me encuentro con ganas de hacer nada y sufro de autocuestionamientos crónicos sobre todo lo que me propongo hacer.

Tengo también un problema incomodísimo: piso mucho la palabra, sobre todo en conversaciones de grupo, donde usualmente me percato de que hablo por encima de lo que venía diciendo otra persona como si me tomara el hilo de lo que decían o si tratara de imponer palabras sobre su relato. Cuando lo noto, procuro quedarme callado y escuchar hasta que se agote lo que los otros piensan decir; y también, soy altamente cauteloso a la hora de abordar conversaciones con desconocidos pues soy consciente de que puedo molestar.

También hago comentarios incómodos. Aunque estoy relativamente protegido de mis defectos sociales porque se me dificulta tremendamente entablar una conversación, incluso con conocidos y especialmente con mujeres, tengo con mis amigos -y a veces en desconfianza-, momentos de brillantez donde no me nace estar callado. Ahí, donde me dejo llevar de la emoción, suelo hacer chistes que no causan risas, hablar más de la cuenta y hasta hacer comentarios con tono ofensivo que en mi cabeza sonaban de lo más inocente.

Finalmente, el último defecto sobre el que quiero comentar, es que soy distante. No sólo se me dificulta entrar en confianza, sino que puedo cerrarme fácilmente. Además, veo a la familia y los amigos con ojos diferentes a los de la cultura paisa, soy capaz de alejarme de las personas sin darle mayor importancia, no soy amigo de la mayoría de mis familiares, incluso, aunque suene grosero, los destinos de muchos de ellos no me preocupan. Ponerme en los zapatos de otros o solidarizarme con la necesidad de alguien más, me cuesta más de lo que me admito reconocer.

Quiero entender bien todos mis defectos, trabajarlos, mejorar; más allá de eso, creo que es importante hablar más de esto, porque tirar los problemas bajo el tapete es la mejor forma de nunca solucionarlos. Acá hay algunas de las cosas que no me enorgullecen, que normalmente sólo salen a la luz en contra de mi voluntad. Sea esta una oportunidad de reafirmar mi compromiso conmigo mismo y de invitar a quien me lea a verse con el mismo ojo crítico.

Otros escritos de este autor: https://noapto.co/pablo-estrada/

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