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Martín Posada

Decrecimiento desde el Latá-Latá

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Los Misak son un pueblo indígena ubicado, en su mayoría, en las laderas de la cordillera central. Fueron, y siguen siendo, bastante golpeados por la colonización y el conflicto armado. Sus saberes están desapareciendo y su forma de entender el mundo se ha ido disipando con el tiempo. Entre sus conocimientos florece un principio denominado Latá-Latá. Hace poco me enteré de su existencia y considero que es relevante para analizar el debate sobre decrecimiento ocasionado por la ministra de Minas, Irene Vélez.

El principio de Latá-Latá no solo no se encuentra en el ordenamiento jurídico colombiano, sino que proceder a darle una definición concreta no es la mejor forma de comprenderlo. Lo que debemos hacer es tratar de entender la concepción de misak-misak sobre el mismo, cómo lo aplican, cómo lo viven. Para ello, se debe hacer un esfuerzo por intentar ver el mundo como lo hace este pueblo. Así, en vez de un trabajo de investigación, es más bien un ejercicio más allá de la traducción. Es decir, una traducción que nunca será exacta, pero se puede reducir el margen de error a partir de una comprensión de su cosmovisión. Lo más cercano a la realidad son los sentidos interpretativos.

Así las cosas, los misak-misak son los hijos del agua. Según explican, sus ancestros surgieron de las avalanchas que traía el río. El agua arrastrada y los restos de vegetación los crearon; de ahí que, en su lengua, el namtrik, por misak-misak se entiende humano-agua. Un misak-misak es un humano en armonía con el agua. En otros términos, esta armonía se entiende como una unidad colectivo organizacional. Esto es, una unidad entre la naturaleza y el humano. Este tipo de unidades también existen en otros pueblos, pues también se pueden dar unidades entre una especie animal, una piedra, un árbol y un humano.

Esa comprensión conduce a que uno de los objetivos centrales de este pueblo sea cuidar las aguas. De hecho, explican que ellos cuidan las aguas y las aguas cuidan de ellos. Existe una reciprocidad entre el humano y la naturaleza. Si un misak-misak se encuentra una semilla mientras camina, en vez de patearla o pisarla, este la recogerá y la sembrará. Así, haciendo la traducción, la semilla para los misak-misak sería como si alguno de nosotros, no indígenas, se encontrara un bebé en la mitad de la nada ¿Lo pisaríamos o patearíamos? No lo creo.

Es ahí donde se evidencia el principio de Latá-Latá. Se trata de esa reciprocidad, equilibrio, respeto, complementariedad entre el humano y la naturaleza. Su premisa fundamental, explican, es que “todos son gentes e iguales a nosotros mismos”. El agua, las montañas, las piedras, etc., son como nosotros. Se alcanzará la salud integral cuando exista orden y equilibrio entre todos, cuando se cumpla el Latá-Latá. Debe existir armonía y equilibrio de todas las cosas, desde la tierra, el agua, el atardecer, hasta las personas, las familias, las comunidades y los pueblos.

Muy difícil vivir esta concepción desde lo occidental. La mera idea de una unidad entre el humano y la naturaleza contraría esa concepción mayoritaria que entiende a la naturaleza como algo que está a disposición del humano. Sin embargo, el calentamiento global nos demuestra que es momento de repensar nuestra relación con la naturaleza. Hemos roto la armonía y de ahí que no tengamos salud integral. Si cuidamos de la naturaleza, esta nos cuidará, de lo contrario…

Partiendo de esa problemática, la ministra Irene Vélez propuso exigir el decrecimiento de los países desarrollados para combatir la crisis ambiental. Bastante criticada por unos, defendida por otros. Yo propongo analizar la propuesta desde el Latá-Latá. El desarrollo económico desaforado rompe la armonía con la naturaleza y, por ende, afecta la salud integral. Un crecimiento económico regulado podría respetar dicha reciprocidad. Tomemos de la naturaleza pero también devolvámosle.

La idea del desarrollo económico actual de los países del Norte Global no es viable. Una gráfica entre 1850 y 2022 en la que se analiza paralelamente el crecimiento económico y las emisiones de CO2 demuestra que ambos factores son directamente proporcionales. Entre más desarrollado, más emisiones de CO2 emite un país. El crecimiento económico se suele definir como la acumulación de riqueza para generar bienestar, pero ¿realmente estamos generando bienestar destruyendo la naturaleza?, ¿qué clase de “bienestar” buscaría atentar contra la salud integral al romper la reciprocidad entre el humano y la naturaleza? La ruptura del Latá-Latá conduce a la enfermedad integral.

Una disminución consciente del crecimiento, buscando que el desarrollo sea entendido como salud integral y no como acumulación de riqueza con una idea ambigua de bienestar, es un buen punto. Y a quienes piensen que lo que digo se trata de preferir la pobreza, la enfermedad y la vida en cuevas, les invito a preguntarse si ustedes matarían a sus ancestros, contaminarían a su familia o violarían los principios y valores fundamentales de su ciudad o país. Ese es el ejercicio de traducción al que les estoy invitando. Los misak-misak son uno con la naturaleza, destruirla o aprovecharla sin devolverle no está en sus opciones.

No digo que debamos copiar el Latá-Latá en nuestra sociedad, pero sí creo que este tipo de conocimientos pueden inspirarnos y guiarnos para solucionar nuestros problemas. El Latá-Latá del pueblo Misak es un ejemplo valioso de que podemos vivir en armonía con la naturaleza. Sin duda, los indígenas tienen mucho más que aportarnos que artesanías y bolsos.

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