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La sombra del grupo terrorista libanés Hezbollah se extiende hasta las calles de Medellín, en donde ha vivido una histórica relación comercial y de cooperación con la Oficina de Envigado, una de las organizaciones criminales más poderosas del país. Esta oscura conexión ha sido denunciada por el embajador de Israel en Colombia, Gali Dagan, y confirmada por la Agencia Antidrogas de Estados Unidos (DEA), encendiendo todas las alarmas sobre la creciente presencia de células terroristas en la región.
Según lo muestran distintas investigaciones, Hezbollah utiliza las ganancias del narcotráfico, provenientes de grupos como la Oficina de Envigado, para financiar sus actividades terroristas en todo el mundo. A cambio, la organización fundamentalista ofrece a los narcotraficantes experiencia en tácticas de combate y acceso a redes internacionales de lavado de activos. En los últimos años, el entrenamiento brindado por Hezbollah a las estructuras criminales colombianas se ha centrado en inteligencia, contrainteligencia y terrorismo urbano.
Las mafias colombianas no sólo proveen cocaína para Hezbollah, sino que también brindan una base de apoyo que le permite operar en distintos países latinoamericanos. Como si fuera poco «muchos jóvenes colombianos han sido reclutados por Hezbollah a través de ONGs, organizaciones sociales y causas pro-Palestina y pro-iraníes», afirma un analista en seguridad. El ingreso de miembros de Hezbollah a Colombia se facilita gracias a la doble nacionalidad que algunos adquieren debido a la estrecha relación entre Venezuela e Irán, relación que se remonta a los tiempos del presidente Chávez.
Hasta 2008, Alías el “Talibán” fue el hombre fuerte de Hezbollah en Medellín. Ayman Saied Joumma, su nombre de pila, cumplía una doble función. Por un lado, era un traqueto de rango medio en la Oficina de Envigado, y por el otro, un yihadista que colaboraba activamente en todas las operaciones de Hezbollah, desde el tráfico de cocaína, blanqueo de capitales o acciones terroristas internacionales contra objetivos de la milicia islámica. Este colombo-libanés fue capturado en Bogotá en 2008 y extraditado a Estados Unidos.
Pero el organigrama criminal de Hezbollah en Colombia se extiende más allá de la Oficina de Envigado. La organización terrorista ha establecido vínculos con las disidencias de las FARC, sobre todo con la Segunda Marquetalia, y también con los guerrilleros del ELN. En el caso de las disidencias de las FARC, la conexión se basa en el tráfico de drogas y el lavado de dinero, habiendo sido Hernán Darío Velásquez, alias «el Paisa», y luego sus herederos, las figuras claves en este entramado. Con el ELN, la relación se centra en el entrenamiento de guerrilleros en manejo de explosivos y armamento. Se presume que Cristóbal Grimaldo Álvarez, alias «Jaime», ha sido el coordinador histórico entre Hezbollah y el ELN.
Es previsible que la cooperación entre el terrorismo islámico y las estructuras criminales colombianas siga en accenso. La política de “Paz Total” del actual gobierno ha permitido un crecimiento de las finanzas y del poder de fuego de estas estructuras. De igual modo, el presidente Gustavo Petro es un abierto antisemita y un apologeta del terrorismo, y es mucho más plausible que procure acercar los lazos entre criminales o guardar un silencio cómplice, que arremeter contra ellos dentro o fuera del país, pues al final de cuentas, todos estos bandidos son sus aliados potenciales o indirectos.
Otros escritos de este autor: https://noapto.co/julian-vasquez/