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Cuando debemos irnos

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Hace unos días, Jennifer Pedraza se retiró del foro del Ministerio de Salud, expresando su decepción ante la moderación de Hollman Morris, quien ha sido denunciado en reiteradas ocasiones por violencia sexual e intrafamiliar. “Es una decepción para mi que un gobierno que prometió que el cambio era con las mujeres ponga a moderar un panel de este estilo en cabeza de Hollman Morris, que es una persona denunciada en muchos espacios por violencias basadas en género y que hoy las víctimas que lo han denunciado no se sienten reparas.”

Explicó que entiende que hay instancias del debido proceso que aún no se han finalizado, pero que su participación en este foro envía un mensaje en contra de que las mujeres denuncien. Morris se refirió a la salud mental luego de las declaraciones de Pedraza, y ante esto, la representante Érika Sánchez explicó que lo que acababa de suceder no se trataba de un desequilibrio de su compañera, y que por solidaridad de género se retiraría también del espacio.

Días después, la Blu Radio entrevistó a ambas partes, por separado. Le preguntaron en reiteradas ocasiones a Pedraza si Morris había sido “cancelado”, a lo que Pedraza clarificó que no lo había sido, porque aún con las denuncias tan serias que tenía, pudo seguir su carrera política como candidato a la alcaldía de Bogotá, y actualmente como el subdirector de noticias de RTVC.

Admiro profundamente a Pedraza y a Sánchez. Porque yo también he estado en situaciones donde me faltaron al respeto, donde la presencia de alguien me incomodaba, donde sentía que debía tragarme mis sentimientos por respetar la belleza de la diversidad de opinión. Yo también he vivido, de primera mano, como alcaldías y gobiernos encubren violencias basadas en género, y las califican como no más que una “manzana podrida”. Se les olvida que una manzana podrida dentro de un costal daña al resto.

No conozco mucho más allá del caso de Morris; realmente mi investigación para esta columna se limitó a lo que escribí en los dos primeros párrafos, y como afortunadamente no soy juez, no me corresponde dar un veredicto. Entonces, no sé si Morris sí es inocente o no; pero mi instinto es, y siempre será, creerles a las víctimas. Porque alguien que se exponga al escrutinio mediático y público de una vivencia que es difícil de probar, una mujer que decida contar una historia de abuso, no lo hace porque sí. Lo hace a pesar de ser doloroso, lo hace a pesar de tener que revivir lo que le hicieron. Una mujer que denuncia, especialmente en un sistema legal deficiente y revictimizante, lo hace a pesar del poder que tenga quien la violentó. A pesar de quienes digan que está loca.

Jennifer Pedraza y Érika Sánchez me recuerdan que no tenemos por qué quedarnos. No tenemos por qué aguantar, ni por qué seguir siento cortés con quienes no lo han sido. He reconocido que todavía tengo taladrado en mi cerebro el ser amable, ser asertiva con mis palabras, desaparecerme cuando no me escuchan en la mesa. Guardar silencio cuando los temas se ponen peludos, enterrar los sentimientos que tenga sobre una persona que me violentó porque es más fácil. Conformarme, y vivir en la mentira de que nadie está ahí para nosotras. Vivir en la mentira de que estamos solas, de que nuestras historias solo importan cuando se cuentan en un costurero, o en un encuentro de mujeres.

Lo que hicieron Pedraza y Sánchez me recuerdan que lo personal sí es, después de todo, público. Lo que sucede detrás de bambalinas sí puede revolucionar el mundo como lo conocemos. E independiente del partido, de convicciones políticas, de izquierdas o de derechas, me siento profundamente agradecida con las únicas dos mujeres que me representaron en ese panel.

No se trata de histeria, ni de demencia, ni de fragilidad emocional, como Morris intentó explicar. Se trata de saber cuándo debemos irnos. No solo por nosotras, sino por el resto. Por las que no pueden estar en un escenario, ni tienen un micrófono para amplificar su voz, y con ella, sus historias. 

Otros escritos de esta autora: https://noapto.co/salome-beyer/

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