Crisis de identidad

Estamos lejos de la perfección.

Nuestra cultura puede llegar a ser fastidiosa para los ajenos. Tenemos un extraño placer por madrugar, nos ufanamos de ser los más trabajadores, de no cansarnos jamás, nos relacionamos con el otro con una zalamería que no parece real, nos creemos casi siempre los mejores.

Nuestra tierra vio nacer a Pablo Escobar y a los más violentos grupos paramilitares. Seguimos siendo cuna de una violencia urbana que no da respiro y somos una de las ciudades más desiguales del país. La contaminación nos está matando y tenemos uno de los peores tráficos de Latinoamérica.

Los medellinenses lo sabemos, aquí no todo es orden y legalidad. Medellín está lejos de ser Singapur y los retos crecen día a día.

A pesar de todo esto, hace 16 años, unidos como sociedad y con el único objetivo de salir de las primeras planas mundiales que nos presentaban como el infierno latinoamericano, viramos hacía un modelo de gobernanza basado en el trabajo en equipo entre la academia, la empresa, el Estado y la sociedad y comenzamos a labrarnos otro camino, a construir otro discurso sobre lo que somos, a modificar acciones desde lo público y a involucrar al empresariado en los temas de ciudad; construimos este modelo y con resultados y buenas prácticas fuimos consiguiendo aliados internacionales que creyeron en nosotros y nos dieron no solo su apoyo sino también su dinero para hacer realidad ese sueño de ciudad que teníamos.

Y cuando comenzamos a ver resultados, aun más orgullosos de lo que siempre hemos sido, llevamos nuestra historia por el mundo y contamos con la boca llena cómo Medellín pudo pasar del miedo a la esperanza, porque si algo nos ha caracterizado a los medellinenses es el amor con el que hablamos de nuestra ciudad.

EPM, el otrora Sindicato Antioqueño, la Universidad de Antioquia y el Metro son solo algunas de aquellas instituciones que un medellinense cualquiera defendía como las promotoras del desarrollo de nuestra ciudad.

Han pasado muchos años desde aquella decisión de trabajo conjunto, hemos pasado por muchos gobernantes que, cada uno a su manera y con sus intereses, ha sabido rescatar lo que consideraban pertinente de aquel modelo, pero nosotros, los ciudadanos nos manteníamos seguros de lo que éramos como ciudad, seguros de que la lucha por ser mejores era conjunta y de que lo que habíamos construido eran los cimientos para esa ciudad incluyente, equitativa, innovadora y sostenible que le queríamos dejar a las futuras generaciones.

Bastó solamente que se posara sobre nuestras montañas un discurso divisorio disfrazado de incluyente, que con mentiras y lugares comunes nos ha llevado a un escenario en el que nos quiere hacer creer que todo lo anterior no era más que una mafia intentanto desangrar la ciudad.

Personajes hasta hace unos años desconocidos, han puesto en duda todo lo que hemos construido juntos, y nosotros, enceguecidos por los reflectores de las cámaras de los medios de comunicación de todo el país y ensordecidos por los gritos de clamor que llegan desde la capital, hemos perdido completamente la noción de quiénes somos y hacia dónde vamos.

La mentira se volvió ley hasta tal punto que identificarla es casi imposible, nuestros referentes terminaron convertidos en villanos y las instituciones en simples fachadas para delinquir.

Nuestra identidad está en crisis. No sabemos ya quienes somos y estamos olvidando eso que nos enorgullecía.

Nuestros gobernantes pasan sus días entre ataques y defensas. Los empresarios se defienden escribiendo cartas que sólo leen ellos mismos, la academia nos dio la espalda llevando sus investigaciones a otras partes y aquellos que en algún momento apostaron por este modelo, están concentrados en ganar unas elecciones que no son las de aquí.

Y nosotros, los que con la cabeza en alto decíamos que éramos medellinenses, los que hemos dedicado vidas a espantar el terror que fue ley por años, nos quedamos solos, sin identidad, sin referentes, sin discurso, sin guía, sin futuro.

Hoy Medellín y los medellinenses abandonamos la esperanza a merced de lo que la mentira pretenda hacer con nuestra ciudad.

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