¿Cómo podemos superar un horizonte pesimista?

¿Cómo podemos superar un horizonte pesimista?

Esta semana se conocieron los resultados de la última encuesta de opinión nacional de Invamer. Uno de los datos más llamativos es la percepción que tiene el 85% de los colombianos de que las cosas en el país van por mal camino. Aunque preocupante, NO es un resultado extraordinario. En la última década no hemos tenido una sola medición en esta encuesta en la que el optimismo por el futuro del país supere el pesimismo. Los únicos cambios importantes han ocurrido en momentos electorales, como si la perspectiva de un posible cambio (o la militancia que exigen los debates nacionales por esas épocas) nos obligarán a pensar en que las cosas que vendrán serán un poco mejores.

Tampoco es extraordinario en el sentido de que lo apoyan otros ejercicios de consulta ciudadana. Los resultados preliminares de la iniciativa de participación ciudadana Tenemos que hablar Colombia señalan que las dos emociones más comunes a la hora de hablar sobre el futuro del país fueron la tristeza y el miedo. De igual manera, aunque la mayoría de los participantes escogieron hablar sobre cosas que les gustaría “cambiar” o “mejorar” (casi el 90%), buena parte de esas respuestas reportaban un alto escepticismo frente a que estas efectivamente ocurrieran. En ese sentido, aunque dispuestos a participar, dialogar y proponer, los colombianos tuvieron muchas dificultades a la hora de señalar que las cosas efectivamente pueden cambiar. Fueron, de nuevo, pesimistas.

Estamos en una trampa de pura frustración, como un sediento que en medio del desierto recibe las gotas de agua suficientes para sobrevivir, para no abandonar del todo la esperanza, pero nunca para saciar la sed y, mucho menos, para imaginar que puede llegar a un oasis ¿Hay alguna forma de superar esta trampa de un horizonte soñado pero abarrotado de pesimismo?

Las respuestas de los participantes en las sesiones de conversación de Tenemos que hablar Colombia traen algunas pistas. La primera es que el pesimismo colombiano se relaciona profundamente con la política y la manera cómo se toman decisiones públicas en el país. Es un estado de ánimo colectivo, más que una experiencia cotidiana de las personas; la gente es mucho más pesimista sobre el futuro del país que de su propio futuro. La principal variable de esa desafección con la política es la corrupción, esto es, la idea de que las reglas de juego de la política (y sobre todo de los políticos) son sustancialmente distintas a las del resto de las experiencias sociales. Es decir, la idea de que la participación y presentación política es injusta y pocas veces guarda en sus intereses las preocupaciones colectivas.

También se enfrenta a la percepción generalizada (un fenómeno amplio de ignorancia pluralista) sobre la supuesta imposibilidad de llegar a acuerdos y desarrollar horizontes compartidos por parte de los colombianos. El pesimismo pasa por la idea de que al final, todos queremos cosas tan distintas y estamos tan polarizados, que ninguna de esas cosas deseables que imaginamos tienen chance de lograrse. Pero los resultados de más de 1.450 sesiones de conversación en Tenemos que hablar Colombia nos sugieren lo contrario: la gente está mucho más dispuesta a participar activamente, conversar de manera pacífica, acordar de forma razonable y llegar a puntos comunes de lo que la mayoría pensamos.

Y lo que explica el pesimismo y en lo que podría señalar las oportunidades de superarlo hay una necesidad común. Me manera recurrente, intelectuales, líderes sociales y económicos, y sí, también líderes políticos, han señalado la urgencia de la construcción de relatos compartidos para Colombia. Puentes narrativos que nos enlacen y a la vez, nos señalen horizontes comunes. Aquí, de nuevo, escuchar con atención lo que nos están diciendo las personas puede ser clave.

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