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Buscando alcalde de Medellín

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En años electorales las conversaciones cotidianas terminan en algún momento desembocando en la pregunta ¿por quién vas a votar? El 30 de octubre se elegirá la nueva persona que será alcalde de Medellín y aunque aún es temprano y estamos esperando las candidaturas definitivas, ya empiezan a aparecer algunos análisis cotidianos frente a esa elección. La pregunta de por qué votamos como votamos ha sido fundamental en la ciencia política y en la economía. Como en toda gran pregunta las respuestas obtenidas han sido complejas y parciales. La identificación ideológica, la pertenencia partidista, los análisis de costo beneficio y, más recientemente, las emociones, han sido cuestiones a las que investigadores le han atribuido influencia en la decisión del voto.

Mas allá de la evidencia científica sobre las razones del voto, podríamos decir que en las últimas décadas los partidos políticos han perdido influencia sobre los electores en un proceso que se ha denominado la personalización de la política. Hoy la ciudadanía vota menos por ideas y programas, y más por simpatías o antipatías personales. La imagen del candidato, lo que transmite, muchas veces es más importante que su filiación ideológica. Las explicaciones sobre este fenómeno también han sido diversas. Se habla de un descrédito generalizado de los partidos políticos que lo ubican en una de las instituciones que menos confianza genera en la ciudadanía. Se menciona también que la sociedad del espectáculo y sus dinámicas han hecho de la política un objeto de entretenimiento. Se argumenta que el proceso de individualización neoliberal afectó la asociatividad y la cooperación en general, y en ese sentido, a los partidos. Otros señalan que la lucha ideológica terminó, y con ella, la influencia de asociaciones políticas como los partidos.

En fin, son muchos los análisis, pero lo cierto es que seguramente en octubre estaremos hablando de personas y no de partidos. ¿Cuáles son entonces las características que debería tener esa persona? ¿Qué hace a alguien ser un buen gobernante? Al respecto la historia si que es larga y diversa. Aristóteles, Plutarco, Séneca, Maquiavelo, por mencionar algunos, se han ocupado de describir las virtudes de un buen gobernante. Santiago Silva, columnista de este medio recoge en su libro “Ideas sobre el servicio público” buena parte de esas reflexiones.

Yo quisiera mencionar tres que espero encontrar en alguna o alguno de los candidatos a la alcaldía de Medellín. 1. Que no tenga demasiadas ganas de ser alcalde: es improbable que una persona que postule su nombre a una elección no tenga interés en ocupar el cargo, pero esas ganas deben ser moderadas por las circunstancias, los escenarios y los principios. Es decir, si para ser alcalde, se deben sobrepasar límites morales y éticos, el buen candidato debería declinar. Ahora, si uno tiene demasiadas ganas de ser alcalde no habrá nada que le impida intentar conseguirlo, incluyendo las concesiones éticas, o la renuncia a los principios. La historia está llena de capítulos donde la obsesión por el triunfo nubla el juicio. 2. Que dude de su propia capacidad: un buen gobernante debe ser consciente de sus propios límites, debe reconocer y confiar en sus fortalezas, pero también examinar sus falencias. Quienes están muy seguro(a)s de sí mismos son a menudo también aquello(a)s con los que es difícil concertar y construir. El acalde o la alcaldesa de Medellín no es más importante que los miles de funcionarios que conforman su equipo, o que aquello(a)s servidores que llevan décadas trabajando por la ciudad. 3. Que en su equipo haya gente distinta a él o ella: esta es la virtud más importante. Quien sólo habla o escucha a personas que piensan igual no puede liderar ninguna transformación legítima. A menudo, la discusión entre distintos conduce a los mejores planes de desarrollo. Mucho más, quien se rodea de aduladores tiene el riesgo de terminar creyéndose muy importante. El servicio público es transitorio. Los puestos de poder son encomiendas y sus detentores agentes reemplazables. Ningún alcalde debería sentirse más valioso(a) que el cargo que ocupa.

Otros escritos de este autor: https://noapto.co/juan-pablo-trujillo/

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