Bogotá está en llamas, pero su liderazgo no

Bogotá está en llamas, pero su liderazgo no

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Cuando uno mira las declaraciones sobrias, calmadas y sin pretensiones oratorias del alcalde Galán, dentro de mí surge una urgencia tremenda por rechazar muchas de las convenciones que me han enseñado a lo largo de mi vida sobre el liderazgo. En una época donde todos nos hemos resignado a un paradigma, casi inamovible: para ser exitoso en la política se debe ser ruidoso, controversial y hasta necio, el triunfo de Galán y su estilo de gestión en esta primera crisis –la de los incendios forestales–, es un triunfo no solo para los del centro, sino para todos los colombianos.

La moderación está en peligro. Aunque declarar este peligro y tratar de advertir que los protagonistas del mundo cada vez son incendiarios, es como contarles en esta columna que se quemó el Cerro del Cable en Bogotá. Usted lo sabe, yo lo sé; todos lo sabemos.

Milei en Argentina, que digan lo que digan, es un tipo violento, odioso y sin mucho espacio en su cabeza para el debate. O el viejo Trump, y lo junto a Biden, que a pesar de que uno tiene retorica de unidad y otro no, son personajes que han llevado a su país a lo extremo en odio y división. En cambio, la elección de Galán, su victoria luchada por más de 12 años, ante las adversidades de su vida, con ese sentido de responsabilidad que carga en sus mangas, sí vale la pena elevar como un indicio de algo importante. Sobre todo, en un país como el nuestro, que ha sabido, a nivel nacional, rebotar entre las élites y un populista que se presenta como un gobernante que más que gobernar, prefiere imaginar.

Galán inspira dentro de mí, con su falta de elocuencia, con su vestir normal –no se disfraza de bombero cuando no lo es–, con sus anuncios honestos, sin tener que vestirlos en populismo porque respeta a la ciudadanía, muchísima esperanza en el futuro político del país. porque no solo espero que sea él quien algún día sea presidente, sino también sé que se abre un espacio nuevo en la imaginación de millones de jóvenes que ven en él el futuro de liderazgo en Colombia. Que ya van a creer que no tienen que escoger ni ser parte del sectarismo infantil de la izquierda y la derecha. Que hay dirigentes de centro, capacitados e inteligentes, que no se dejan comer por el ego y por la necesidad de protagonismo. Que el liderazgo se puede hacer hay veces también desde las sombras, sin gritos, ni proclamaciones grandiosas. Que se trata más de señalar el dedo a los héroes que nos rodean, y regalarles el reconocimiento que se merecen todos los días. Que las injusticias se deben combatir de frente, pero sin rabia, sin resentimientos. Galán, y no sé cómo no lo había notado antes de su elección, parece representar todo esto.

Yo estoy seguro de que esta será una gestión exitosa. Que tendrá que enfrentar retos difíciles y las crisis que inevitablemente nacen en una ciudad de casi 10 millones de habitantes. Pero también sé que la personalidad de Galán no se interpondrá en el camino a la solución – algo que no puedo decir del presidente. Al revés, será el viento en popa que cargará a los Bogotanos a una mejor ciudad.

Desde Medellín, que estamos todavía –y espero que el alcalde vaya soltando, como lo declaró, que el pasado es y para siempre será Daniel Quintero– tendiendo las heridas de un sectarismo que consumió a la ciudad por cuatro años. Por eso envidio la sucesión de alcaldías en Bogotá. Han sido tres alcaldes consecutivos que, a pesar de trabas ideológicas entre ellos, han acumulado respeto entre sí, y han logrado, alejados de ideologías dañinas, separar lo bueno y lo malo de sus antepasados y sucesores. Han criticado con dignidad, y han felicitado con humildad.

Sueña uno con este tipo de respeto y construcción de un futuro para la dirigencia del país. Afortunadamente, se empieza a ver una ventana entre este el caos del Petrismo. Parece ser que los colombianos estamos aprendiendo a redefinir el liderazgo, y de hasta nadar en contra de la corriente del mundo, que sigue optando por ruidosos, odiosos y sectarios personajes. No solo es una victoria a nivel político, pero también es un manifiesto de victoria cultural que vale la pena cargar dentro de nosotros. Las democracias son difíciles e imperfectas, pero creo que la victoria de Galán avista porque quizás sigue aún siendo nuestra mejor manera de organizar las sociedades.

Otros escritos de este autor: https://noapto.co/juan-felipe-gaviria/

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