Han surgido muchas conversaciones sobre lo que está pasando en Medellín. Los empresarios, la academia, los políticos, los medios de comunicación y las organizaciones sociales han planteado puntos interesantes en la discusión desde diferentes orillas que enriquecen tanto el diagnóstico de lo que sucede como la visión de lo que se debería hacer para salir de la crisis.
Es importante que a esa palabra “crisis” le demos el sentido justo de la proporción. Medellín no es ni mucho menos una ciudad fallida ni tiene un futuro oscuro a causa de la disputa política de la actualidad. Esta confrontación es la consecuencia de años y años de comodidad y silencio de todos los poderes y puede ser la excusa perfecta para recomponer el rumbo, solo si todos nos metemos en la ecuación como problema y como solución, no sólo como una de las dos.
Hoy quiero enumerar unos apuntes que pueden servir para ir encontrando algunas luces sobre lo que debemos hacer como sociedad.
- Creo necesario parar de hablar. Es decir, dejar de sentarse a hablar y ya. Es inminente pasar a la acción. Es imposible hacer un diagnóstico completo y perfecto de cada situación social antes de emprender acciones en defensa de las instituciones y las personas. Hay que empezar a caminar y mirar cómo la realidad va variando nuestros análisis y percepciones y no cómo a punta de análisis y percepciones vamos incidiendo en la realidad. El enfoque es distinto.
- ¿Qué significa pasar a la acción? Significa muchas cosas, pero yo propongo una: que los hombres y mujeres más destacados de la sociedad, con legitimidad en diferentes sectores, se constituyan en una especie de junta directiva que se articule -y nos articule- alrededor de un relato de acción común a largo plazo. Hay que evidenciar cuáles son los principios de nuestro ethos colectivo y basarnos en ellos para definir un propósito. La prospectiva por escenarios es fundamental en esto; Cali y el suroccidente del Valle son hoy un ejemplo de lo anterior. Sería esencial hablar con los líderes de los procesos que se están llevando a cabo allá para comprender mejor cómo lo están logrando.
- Si nos preguntan hoy cuál es nuestro propósito, la mayoría responderán asuntos meramente procedimentales. Esto es, tumbar a Quintero, dejar a Quintero, que no gane Petro, que no gane Uribe… pero pasan desapercibidos asuntos de gran relevancia como la lucha contra la pobreza, el desempleo, la inequidad de género o el cambio climático. Resolver los problemas sociales tiene que ser más importante que las discusiones sobre los apellidos del momento.
- Es claro que Medellín sigue siendo una ciudad desigual pero a la solución de este problema le ha sobrado técnica y le está faltando empatía. Hoy la ciudadanía necesita ser escuchada, ver una cara reconocible, una mano cercana. Mentes inteligentes pero, sobre todo, corazones palpitantes harían el cambio en una ciudad en la que sus empresarios y políticos se han vuelto fríos. Aquí siempre pongo un ejemplo: cuando María Emma lideraba la Consejería Presidencial en los 90, no era a la Consejería a la que esperaba la gente en los barrios, era a “la mona”. Ella supo entender en ese momento que lo que la gente necesitaba, más que proyectos, era una figura que los escuchara y los arropara. El poder del liderazgo femenino que puede estar tanto en hombres como en mujeres.
- Unamos generaciones. Los viejos hablan con los viejos y los jóvenes con los jóvenes. En unos, hay nostalgia por el camino recorrido; en otros, ímpetu por el camino por recorrer. La experiencia y la voluntad deben encontrar un camino conjunto en la búsqueda de una mejor ciudad para todos y el diálogo cruzado es muy importante porque la conversación solamente entre generaciones está haciendo que la comprensión de la realidad esté coja.
Hasta aquí algunos apuntes que hago leyendo no solo la actualidad sino el camino que desde hace algunos años hemos venido recorriendo. Termino citando una frase que no es mía: en las crisis unos lloran y otros venden pañuelos.