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“En el universo del utilitarismo, en efecto, un martillo vale más que una sinfonía, un cuchillo más que una poesía, una llave inglesa más que un cuadro: porque es fácil hacerse cargo de la eficacia de un utensilio mientras que resulta cada vez más difícil entender para qué pueden servir la música, la literatura o el arte” Nuccio Ordine

Soy muy mala para madrugar, menos un domingo, es el día que me sueño despertar para voltear la almohada y encontrarla fría del otro lado para que me regale unas horas adicionales de sueño.

Este domingo 19 de julio, no fue así. Aunque tuviera unas horas más para dormir, no podía dejar de pensar que pronto tendría que arreglarme para ir a votar. Di muchas vueltas, tuve conversaciones conmigo misma.

  • Levántate ya, hay que ir a votar.
  • ¡Ay! ¿Pero votar por quién? Mejor duermo más.
  • Después te vas a arrepentir de no haber votado.
  • Pues no sé, ¿qué será que me va a pesar más?
  • Votar es un acto político, ve y vota en blanco entonces.
  • Increíble que solo hayan quedado esas tres opciones, hubiera sido mejor dormir más. ¿Qué hicimos tan mal?
  • Siempre hay otro camino, pero levántate y vota.

Me hice un café. Medité. Me esforcé por no mirar el celular antes de salir de mi casa para no contaminarme, aunque fuera esta mañana. Ya lo que no caló en mi cabeza durante la primera y la segunda vuelta, difícilmente lo podría hacer unos segundos antes de votar. No quería que fuera un voto desesperado o con miedo, o peor, uno para pertenecer a alguno de los grupos familiares, políticos, laborales o de amigos, de los que todos hacemos parte. Tampoco quería pensar que toda una vida dedicada a temas sociales, la iba a reducir a este momento.

Recordé la importancia del símbolo, pensé en ello toda mi mañana de domingo. Pensé también en la utilidad de lo inútil, en la importancia de expresar con poesía, arte o música, aquello para lo que los argumentos, las definiciones o los significados, ya no alcanzan. Decidir votar así, simbólicamente. Quiero pensar en esa conversación conmigo misma cuando ya sea una mujer vieja y un domingo cualquiera me sonría a mí misma en la almohada y me pueda decir << Esa vez, tampoco traicionaste tus principios, eres ingenua… tal vez. Sigue así >>

Me serví entonces ese café en una taza bella que me regaló una amiga. En ella hay un jaguar, símbolo de la integración, del poder, de la fuerza y del equilibrio. Con esa taza simbolizaría que lo que me tomaría ese día sería un acto de equilibrio, de valentía y de no dualidad.

Tomé después dos marcadores que llevaría a las urnas, uno violeta y uno verde. Con uno escribiría como mujer feminista, con el otro, simbolizaría el campo y la tierra.  Juntos serían la expresión más profunda de la esperanza que me habita. La que sigue creyendo que podemos más, que si cambia la relación con las mujeres, cambia la relación con la tierra. Que la creatividad no se ha agotado y que podremos algún día vivir en un mundo  que no sea dual y violento.

Saqué también algunas calcomanías, todas de amigas artistas, activistas; mujeres increíbles que hacen que sea imposible perder la esperanza. Simbólicamente les pedí permiso para llevarlas a mi tarjetón. Una de ellas que decía “Jutxs somos más poderosxs” esta expresaba mi creencia profunda de que colectivamente podemos avanzar, que las acciones conjuntas cambian la historia. Con ese sticker, renovaba mi compromiso de seguir trabajando por mi país con todos los que pueda hacerlo. La otra calca, un poco más rebelde y que le hace justicia a su creadora, es la imagen de una mujer transgresora, que muestra sus tetas alzando una camisa de tigre. Con ella quería simbolizar la libertad. La posibilidad de abrir siempre un nuevo camino. La certeza de que somos creadores, no solo electores.  Ambos stickers adornaron mi tarjetón.

Mientras organizaba una bolsita donde llevaba la cédula colombiana, los colores, las calcomanías y el tapabocas, escuchaba a Martha Gómez, la banda sonora que elegí para prepararme y que me acompañaría con mis audífonos en frente de la urna. Necesitaba el valor de su música para que llenara de esperanza mi corazón y poder repetir como un mantra “para la guerra nada”, agarrando mis colores fuertemente con mis manos sudorosas, oyendo “tengo a un país atravesado en la garganta”.

Ya desde ese momento sabía lo que efectivamente pasó, estaría en el entrecejo de un policía que me miraba sospechoso por todo el tiempo que tardé en el puesto de votación y que me prohibiría tomarle una foto a mi símbolo.

Estaba a punto de salir cuando recordé que dejaba algo. Me devolví a recoger mi ultimo amuleto. Escogí dos cristales, un Agate que me recordaría la conexión con mis raíces e invocaría la abundancia para mi país. Y un Opal Rosa que me ayudaría a no sentir una ruptura en el corazón con los resultados y las reacciones de las personas en ese día. Los eché en un bolsillo del pantalón y ahora si me sentía lista para votar.

Un voto anulado dirán las cifras, aunque haya sido todo menos una anulación. Fue mi símbolo político, la manera como pude encontrar salir de los tres caminos posibles, fue mi manera de crear, de hablar, de elegir y de alguna forma, de ritualizar y seguir creyendo en la magia, en el encanto de mi país que tanto necesita recordar su poder.

Era más fácil no ir, más cómodo seguir durmiendo este domingo en el que estaba cansada. Pero ningún agotamiento, ni hoy ni nunca, podrá lograr que siga buscando caminos donde quepamos todos.

La vida no se reduce a dos opciones. La diversidad que nos habita siempre encontrará una manera de existir por fuera de lo binario. ¿inútil? ¿Ingenuo? Tal vez, pero el mundo al final ha sido creado por locos que siguen creyendo, creando.

PD: No me dejaron tomarle foto al voto que decía con dos colores “Por las mujeres, Por la tierra, Mi país quiere más”

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