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Celebrábamos la feria de las flores en Medellín, un evento de mucho revuelo en la ciudad que se enmarca además en la fiesta de la antioqueñidad. Pese a que todos y todas la hemos celebrado alguna vez, con los típicos trajes paisas y las alpargatas de fique, poco pensamos en lo que contiene, simboliza y significa esa palabra.

Si usted da una vuelta a las once de la mañana y pasa por los lados de La Alpujarra y se acerca a escuchar a algún guía turístico mientras le muestra el Monumento a la Raza del maestro Rodrigo Arenas a algún incauto, aprenderá que Antioquia viene del latín [Anti] que significa contra y [quies] que significa quietud. El pueblo que está en contra de la quietud. Sale usted de ese lugar entendiendo toda la narrativa alrededor del paisa trabajador arriero y pujante que supo construir el paraíso en medio de la zona montañosa.

Si, por el contrario, se acerca a otras visiones, y sale de visita a otras subregiones, se da cuenta que en Quechua Antioquia significa la Montaña de Oro, y esas comunidades encuentra un arraigo más hacia la tierra que al trabajo. Si nos vamos un poco más allá, encontraremos personas para las que esa palabra no significa nada más que un lugar geográfico que les tocó habitar por las circunstancias del conflicto o marginación.

“Independencia y amor”, eso celebramos en la antioqueñidad, y coincidimos en los símbolos conservadores. Así definimos a Antioquia, pero ¿Será esa la idea que representa a toda la población antioqueña? No lo creo, poco o nada esa narrativa reconoce la riqueza cultural, étnica e identitaria de pueblos que habitan el Urabá, el Magdalena Medio, el Suroeste Antioquia es tan diversa como el país mismo y toda esta reflexión que he tejido hasta aquí solo ha sido un pretexto para prender una alarma por el departamento, porque esa visión no solo ha primado en la significación de nuestra población, sino también en las acciones que han conducido al desarrollo, la inversión y la presencia del estado. Siendo uno de los departamentos más ricos, somos también uno de los más desiguales.

Hace unas cuantas semanas se publicó el informe Antioquia Cómo Vamos[1] y las cifras deberían estar siendo objeto de reflexión y movilización ciudadana y quiero compartirles algunas de ellas.

Urabá es la subregión con mayor incidencia de pobreza monetaria (41%) y mayor proporción de personas con Necesidades Básicas Insatisfechas (31%). Por su parte Bajo Cauca es la subregión con mayor incidencia de pobreza multidimensional (25%), pues su población es afectada en un 70% por el empleo informal, en un 55% por el bajo logro educativo y en un 37% por el rezago escolar y la inadecuada eliminación de excretas.

En términos de seguridad alimentaria y nutrición las cifras son aún más desoladoras. Más de la mitad de las subregiones de Antioquia se encuentran en algún nivel de inseguridad alimentaria. Los municipios con mayor porcentaje de hogares en inseguridad alimentaria severa son Vigía del Fuerte (65%), Murindó (57%), Arboletes (51%), Turbo (47%), Necoclí (35%).

4 de cada 5 hogares con niñas y niños de cinco años o menos se encuentran en algún nivel de inseguridad alimentaria, incluso, en 2 de cada 5 hogares existe una alta probabilidad de que sus miembros presenten sensación de hambre y limiten el consumo diario de alimentos, disminuyendo el tamaño de las porciones, o saltándose comidas.

La desnutrición infantil aguda pasó de 270,3 por cada 100.000 habitantes en 2021 a 521,0 en 2023, las subregiones con más casos son el Urabá y el Vallé de Aburrá. En Antioquia, en el 2022 fallecieron dieciséis menores de cinco años debido a la falta de acceso a una alimentación suficiente y adecuada. Para 2023, la cifra preliminar reportada en el departamento es de trece menores de cinco años. De ellas, se reportaron cuatro casos en el Valle de Aburrá y tres casos en cada una de las siguientes subregiones: Bajo Cauca, Urabá y Occidente.

El informe es mucho más generoso con la información de lo que yo puedo ser aquí. Seguramente si abordamos estos mismos componentes en poblaciones como las mujeres, migrantes, afrodescendientes, indígenas, se volvería más dramático el asunto. Algo tenemos que estar haciendo muy mal para encontrar semejante escenario. Algo debe decirnos estas cifras.

No creo que sea el momento para la austeridad, esa idea que ha pintado el Gobernador Andrés Julián Rendón y que se traduce en menos inversión social y en la eliminación de secretarías y dependencias fundamentales para el bienestar social. En cambio, sí es un imperativo acercarse al sector social, académico y privado para generar sinergias y al gobierno nacional, ese al que tanto le huyen por egos e intereses individuales. Antioquia necesita, quizá hoy más que nunca, de una ciudadanía viva que tenga la capacidad de regenerar su tejido social. Yo nos creo capaces, aunque me cueste.


[1] https://www.antioquiacomovamos.org/informe-de-calidad-de-vida

Otros escritos de esta autora: https://noapto.co/sara-jaramillo/

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