Antioquia, la inquieta

Antioquia, la inquieta

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Me inicio en este espacio, esencialmente, por dos motivos: tener la energía para aprender mediante el ejercicio de la opinión; y por la amabilidad del fundador de No Apto de invitarme a escribir.

Comenzaré por casa: Antioquia. Somos un departamento, una región, un puñado de personas marcadas por muchas condiciones. Quiero detenerme en tres: la constante búsqueda de caminos, una vocación comunitaria y un espíritu empresarial infatigable.

La búsqueda de caminos

Por los días de la independencia en Colombia (1810-1819), e incluso antes, Antioquia ya vivía las inestabilidades propias de nuestra historia como república. La muerte y la pobreza les anunciaban a los antepasados la fragilidad de la vida y lo ríspida que esta puede ser, así como la necesidad de encontrar caminos para evitar que esta fuera una constante. Fue así como guiados por la esperanza de encontrar tierras fértiles para criar familias que se contaban por decenas, los antioqueños aprendimos a ‘forjar nuestro propio camino’. Ese es el ADN que encontramos hoy en las carreteras del departamento, los municipios que fueron selva y las personas inquietas que se vuelven excepcionales, como David Vélez, el hombre más rico de Colombia, quien comenzó a abrir su camino a los 4 años y hoy suma un patrimonio de 11.500 millones de dólares. Quizá deberíamos leer más sobre David Vélez y menos sobre Elon Musk.

La vocación comunitaria

Muchas obras públicas de finales del siglo XVIII y XIX se construyeron en convites, algo así como un sueño colectivo que se traducía en participación comunitaria. Ese legado cívico, que buscó construir un nuevo mundo, se ha transformado en obras de infraestructura, veredas y municipios. Las poblaciones en Antioquia (la antigua y la nueva) se formaron alrededor de las ‘fondas camineras’. La ‘Fonda de Manuela’ dio origen a Aguadas, y la ‘Fonda Manuel Grisales’ fue piedra angular en la fundación de Manizales.

Tenemos una vocación comunitaria. Antioquia cuenta con más de 300 cooperativas que fomentan el emprendimiento y la generación de riqueza entre sus millones de asociados, quizá por esa herencia que nos dejó la necesidad de trabajar colectivamente. Esa misma motivación, creo, es la que provoca que el gobernador Andrés Julián Rendón decida “hacer una vaca” (no juzgaré aquí si es exitosa o no) como respuesta a la desidia del presidente Petro con el departamento, quien con una mirada corta y sesgada, solo apunta hacia los cerca de 15km2 que tiene la comuna 14, en lugar de levantar la vista hacia los más de 63.600km2 donde viven más de 7 millones de antioqueños, que también son colombianos.

Creo que esa vocación de construir comunidad ha sido uno de los motores importantes de la competitividad en Antioquia. Eso nos ha llevado a ser el segundo departamento más competitivo de Colombia, de acuerdo el CPC.

Colaborar es un experimento que, históricamente, nos ha salido bien.

El espíritu empresarial

Los antioqueños vemos un negocio en todo. Mon & Velarde es una marca de ropa y Juan Antonio Mon y Velarde fue, quizá, el juez visitador más importante que tuvo Antioquia durante el virreinato de la Nueva Granada. Gracias a Mon y Velarde, me atrevería a sugerir, este departamento dejó su inercia desordenada y atrasada para dar paso a una mayor organización en torno a la administración pública, la minería, la agricultura, el comercio, la educación, los impuestos, entre otros aspectos que posibilitan el desarrollo humano. Mon y Velarde hizo lo que un buen empresario: entender las condiciones de su entorno, las capacidades y retos, y actuar para que una sociedad avance.

Mucha de nuestra cultura empresarial se desprende de esa visión. Decía Nicanor Restrepo (no se puede hablar de empresariado sin hablar de Nicanor) que “las empresas grandes, medianas y pequeñas tienen la obligación de contribuir al desarrollo colectivo porque, en la práctica, las firmas producen bienes o servicios en medio de una sociedad con la que tienen obligaciones”.

Hoy algunas de ellas afrontan riesgos considerables, como la triste noticia que dio ayer la EPS Sura, que solicitó ante la Superintendencia de Salud la autorización para su retiro del Sistema General de Seguridad Social en Salud. Aún con ello, y con el difícil panorama que tenemos por delante, las empresas en esta región encontrarán nuevos caminos para impulsar a este departamento y, por consiguiente, al país.

Estoy convencido de que Antioquia ha sido, por vocación o necesidad, una región emergente, un término de moda por estos días. La intrincada geografía nos volvió inquietos, buscadores de caminos que nos permitieran salir adelante. Y así seguiremos, inquietos. Como lo dijo alguna vez Tulio Ospina, si una sociedad conserva su carácter, sabrá levantarse y progresar, por difícil que sea la senda.

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