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Hay muchas razones por las cuales leer es beneficioso, pero en un mundo en el que cada vez tenemos un acceso más rápido a la información, consumir libros, revistas, noticias y artículos se vuelve casi que imperativo para formarnos una idea más o menos sensata de cada acontecer. Todos queremos opinar, y si no queremos, se nos requiere de igual forma hacerlo; el pecado es cuando emitimos juicios de valor sin contrastar datos, ideas, palabras y voces distintas a la nuestra. Leer es, así, una puerta al cerebro de otros, al sentir que nunca tendremos y al contexto que nunca viviremos.
Afán de opinar, de tener respuesta para todo, de saber sin esforzarnos por saber. A diario hemos de condenar conductas ajenas bajo un lente difuso, ese que nos proporciona nuestro propio contexto, la realidad limitada de que no podemos abogar bajo causa propia sobre cada tema, de que hay más conocimiento allá afuera que el que hemos recibido pragmáticamente. Que no podemos tener opiniones para todo, política y economía, historia, cine, escultura, movimientos sociales, guerras, feminismo, tusas, música urbana o si dentro de algunos años existirá vida en Marte.
Lo anterior, no significa que debamos de tirar la toalla bajo la consciencia de la imposibilidad del saber absoluto; es, más bien, un llamado a que con el tiempo que disponemos de vida, nos hagamos preguntas antes de condenar cada situación bajo el pretexto de que “solo es una opinión”. A mi edad, por ejemplo, he opinado mucho en base a la emoción, y si bien creo es válido, esa misma emoción está condicionada a mi reducido mundo, uno que podría coincidir con el de miles de personas o que, por el contrario, sea parte de un sesgo propio que no ayuda en la construcción de, por lo menos, conversaciones que siembren preguntas e ideas en los otros.
No creo que muy pronto vaya a ir a Medio Oriente, que pueda convivir en una maloca costera del país o que se me dé el sentarme a conversar con una sobreviviente del Holocausto, no obstante, los libros ya han hecho una parte importante de esos recorridos por nosotros. Hay personas que vivieron aquello sobre lo que nos hacemos preguntas, tal vez lo estudiaron, lo construyeron o lo intentaron eliminar. Hoy, antes que opinar, les extiendo la invitación a compartir aquellas lecturas que les han permitido ir más allá, que les han dado la oportunidad de verse fuera de sus propios ojos, su propio cuerpo, mente, familia y entorno.
Aquí, como un gesto de cariño hacia aquel o aquella que me está leyendo, dejo algunas de esas lecturas que como muchas otras, me han permitido callar y pensar, antes de opinar, y que pienso pudiesen generar lo mismo en ustedes:
-Know My Name de Chanel Miller
-Aporofobia, El rechazo al pobre de Adela Cortina.
-Las preguntas siguen por Naomi Klein, Karen Armstrong, Muhammad Yunus, Adela Cortina y Facundo Manes, conversan con Iñaki Gabilondo.
-Sin fines de lucro por Martha C. Nussbaum.
-Justicia para los animales por Martha C. Nussbaum.
-La felicidad paradójica: Ensayo sobre la sociedad de hiperconsumo de Gilles Lipovetsky.
-Eichmann en Jerusalén por Hannah Arendt.
Otros escritos de esta autora: https://noapto.co/mariana-mora/