Para escuchar leyendo: Fray Martín, Chabuca Granda.
Lo escuchaba con ansiedad y temor, esperando no escuchar el apellido de alguno de los críticos de Francisco. Al escuchar el anuncio debí buscar de quién se trataba, eso me impidió atender al nombre que había elegido para la posteridad, minutos después lo supe, había llegado León XIV, un papa peruano.
Minutos antes había estado pensando en el papa que lo había antecedido en el uso del nombre, aquel que murió hace más de 120 años y todavía tiene algo relevante para decirnos; en esto la casualidad tiene poca cabida, elijo tomar como símbolo la elección de este “bautizo”.
León XIII, fue pontífice entre 1878 y 1903, en plena revolución industrial, cuando el mundo estaba cambiando a una velocidad que asustaba. Y, sorprendentemente, muchas de las cosas que dijo entonces siguen teniendo eco en los problemas que enfrentamos hoy.
La Rerum Novarum, encíclica que escribió en 1891, es quizá su obra más conocida. Esta, básicamente, fue la primera vez que la Iglesia Católica habló con claridad y fuerza sobre la situación de los trabajadores, la justicia social y los efectos del capitalismo desregulado. En un momento en que millones vivían en condiciones miserables por culpa de un sistema que priorizaba el dinero sobre las personas, León XIII se animó a decir: «Esto no puede seguir así».
No se fue a los extremos: criticó tanto al socialismo marxista como al capitalismo salvaje. Defendió el derecho a la propiedad privada, pero también dejó claro que los trabajadores tienen derechos: a un salario justo, a descansar, a formar sindicatos. En resumen, plantó las bases de lo que hoy conocemos como Doctrina Social de la Iglesia. Y si lo pensamos bien, ¿cuánto ha cambiado el mundo laboral desde entonces? En algunos aspectos, mucho; pero en otros, seguimos repitiendo errores.
Hoy tenemos nuevos nombres para los viejos problemas: “trabajo precario”, “uberización”, “desigualdad estructural”. Y frente a eso, el mensaje de León XIII sigue siendo claro: la economía tiene que estar al servicio del ser humano, no al revés. Suena básico, pero parece que muchos todavía no lo entienden.
Pero su legado no fue solo social. León XIII también apostó fuerte por el conocimiento. Promovió el estudio de Santo Tomás de Aquino, no como algo para poner en una vitrina, sino como una herramienta para pensar el presente. Quería que la fe y la razón caminaran juntas. Imaginemos eso hoy, en un mundo de falsas noticias, polarización y discusiones vacías en redes sociales: una Iglesia que piensa, dialoga y se toma en serio la inteligencia. Suena bastante necesario, ¿cierto? (Como aquello que nos decía el jesuita argentino que nos dejó hace poco y que añoraremos tanto).
Además, fue uno de los primeros papas que entendió que no se podía seguir viendo al mundo moderno como el enemigo. En vez de encerrarse en una burbuja, intentó abrir puentes, buscar diálogo con los Estados, con la ciencia, con las nuevas ideas. No era ingenuo, pero sí valiente.
Ahora que llega un nuevo tiempo, recordar a León XIII no es solo mirar al pasado con nostalgia. Es darnos cuenta de que algunas verdades son atemporales. Que defender la dignidad humana, buscar justicia, promover el pensamiento crítico y tender puentes siguen siendo tareas urgentes. Y que sí, a veces una voz del siglo XIX puede ser más lúcida que muchas del XXI. Ojalá sea este el motor del papa León XIV, ojalá sea también Fray León, el gran amigo y seguidor de San Francisco de Asís. Ojalá sea San Martín de Porres, ese santo peruano que tenía el alma como paloma.
Ánimo.
Pdta: La paz sea con usted Santo Padre. Y con usted, donde quiera que esté, papa Francisco.
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