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El mercado del deseo

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Eva Illouz en El Fin del Amor afirma que “bajo la premisa de la libertad sexual las relaciones heterosexuales tomaron la forma de un mercado: el encuentro directo entre la oferta emocional y sexual y la demanda emocional y sexual”.

La autora llama la atención sobre la desregulación de las relaciones heterosexuales como una de las consecuencias del capitalismo tardío y se pregunta si la “libertad sexual”, concepto que problematiza en su obra, tuvo un efecto similar en las relaciones heterosexuales y el mercado del deseo: la pérdida de los códigos éticos y morales en la interacción entre hombres y mujeres. Tamara Tenenbaum en su columna “Aprender a repetirse” a propósito de la película Julie y Julia y de cómo la protagonista se dedica durante un año a seguir recetas, dice: “eso que para Simone de Beauvoir era la condena de Sísifo en el siglo XXI puede ser el nirvana, e incluso la subversión, la forma de salirse del imperativo individualista y abrirse a lo colectivo, a aquello de lo que no puedo vanagloriarme yo sola”. 

La receta del amor romántico no funcionó para las mujeres y la respuesta no puede ser ni el regreso al rigor de las relaciones amorosas victorianas, ni la neoliberalización de las relaciones sexoafectivas. Debemos hacer una lectura crítica de la receta de la libertad sexual que hoy se propone como alternativa y una pregunta honesta sobre a quién realmente beneficia. Tener una conversación sobre la relación entre libertad sexual e igualdad entre hombres y mujeres. 

Nos venden el amor contemporáneo como la posibilidad de que cada uno haga sus propios códigos ¿es este el camino hacia la igualdad? Catharine McKinnon dice que “privilegiar la libertad sobre la igualdad, la libertad sobre la justicia solo aumentará el poder de los poderosos” y que la libertad no puede prevalecer sobre la igualdad porque la desigualdad invalida la posibilidad de ser libre. 

La desregulación, es decir, la pérdida de los códigos y los rituales, es la pérdida de la certidumbre. Parafraseando a Illouz, si no podemos identificar el marco que le da significado a una interacción no podemos saber qué lugar ocupamos en ella. Para las mujeres el peligro de la idea de un amor desregulado es que puede hacerlos creer que nuestro yugo es nuestro poder. Que nos empuja a caer en el espejismo que nos propone una falsa libertad como sustituto de la igualdad y del reconocimiento pleno de nuestra humanidad. 

La mano invisible del mercado del deseo es una mano de hombre, dice Illouz, y las mujeres tenemos que escucharla.

Otros escritos de esta autora: https://noapto.co/valeria-mira/

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