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El neoliberalismo, como la mayoría de las ideologías, ha extendido una serie de mitos a propósito del funcionamiento de la economía. Las afirmaciones exageradas, las hipérboles y las mentiras son herramientas utilizadas por las narrativas ideológicas que persiguen utopías, que buscan ciertos ideales de sociedad como el libre mercado o la dictadura del proletariado.  Muchas personas — entre ellas Robert Reich — se han ocupado de contradecir con argumentos empíricos cada una de las sentencias económicas problemáticas del neoliberalismo.  

Uno de los mitos más difundidos en las últimas décadas es aquel que dice que el crecimiento económico sostenido tiene como consecuencia inevitable a la desigualdad. Los economistas cercanos a las ideas de Hayek, von Mises y Friedman aseguran que la prosperidad social tiene como costo irremediable las diferencias significativas en la distribución de los ingresos. Al afirmar esto, reducen la discusión a una falsa dicotomía, como si no fuera posible y deseable tener sociedades prósperas e igualitarias. Plantear la situación de esta manera es presentarla como un dilema, como si se tuviera que elegir entre crecimiento o desigualdad, como si en ningún país en la historia universal hubiera aumento del PIB y distribución de la riqueza. No me voy a detener en las consecuencias morales de exponer un falso panorama mundial, ni en cuáles podrían ser las razones para presentar tal distorsión de la realidad.  Me interesa solamente decir que esto, aunque se asuma como una ley económica, no es cierto.

Samuel Bowles, profesor de la Universidad de Massachusetts Amherst y que ha dedicado gran parte de su vida a estudiar la desigualdad con su colega y amigo Herbert Gintis (quien murió este año), nos dice: “el consenso neoliberal de que la desigualdad es el precio del progreso está completamente equivocado”. Hace una década, en una de sus visitas a Chile afirmó: “muchos economistas —incluyendo chilenos— aseguran que la desigualdad es el precio del progreso. Esto ha sido parte de la ideología económica neoliberal, pero la evidencia muestra que eso es un mito y que esos economistas están equivocados. La evidencia muestra exactamente lo contrario, que las sociedades relativamente más igualitarias han tenido un progreso económico mucho mayor a las desiguales». Solo basta comparar, dice Bowles, el comportamiento de países como Corea del Sur, Taiwán y Japón con América Latina.

Los trabajos de Sam Bowles y sus afirmaciones respecto a los excesos de la ideología son pertinentes frente al escenario reformista que se espera este año en Colombia. Seguramente, muchos de los argumentos frente a las reformas laboral y pensional estarán soportados en afirmaciones muy populares pero sin ninguna evidencia empírica, como aquella que dice que crecimiento es sinónimo de desigualdad.    

Otros escritos de este autor: https://noapto.co/juan-pablo-trujillo/

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