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Se nos robaron hasta el orgullo

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Se lo están llevando todo. Se robaron la plata de la comida de nuestros niños y niñas, se llevaron la experiencia de los programas que transformaron Medellín, nos quitaron las esculturas del Parque Botero, la libertad de caminar el centro de la ciudad, la posibilidad de opinar sin ser atacado públicamente, desfalcaron la ciudad, se nos llevaron todo, se nos robaron hasta el orgullo de vivir aquí.

Hasta hace apenas unos años, no había Medellinense que no dijera con orgullo que nuestra ciudad era el mejor vividero del mundo. Lo decíamos sin pena, aún sabiendo que no era verdad, que estábamos lejos de ser el paraíso del que hablábamos, pero lo decíamos porque nos sentíamos orgullosos de esto que habíamos construido con tanto esfuerzo, de haber pasado de ser la ciudad más violenta del mundo a la más innovadora, porque nos costó mucho repensar un paisaje construido sin planificación, sacar jóvenes de las bandas e inscribirlos en escuelas de música, hacer del graffiti una herramienta de paz, crear centros de emprendimientos barriales, construir jardines infantiles y colegios modernos en los barrios más pobres de la ciudad, lograr tener una ciudad limpia, sin basuras, sin huecos.

Nos ganamos la fama de petulantes, de creídos. El resto del país nos miraba con algo de recelo por la forma altiva en la que hablábamos de nuestras montañas. Vivíamos orgullosos de que esta fuera nuestra ciudad y ese orgullo hacía parte de nuestra idiosincrasia.

Trabajar para la Alcaldía de Medellín era todo un honor. Todavía recuerdo la primera vez que porté ese carnet, me sentía realizada, ponía mi vida al servicio de mi ciudad; y era un sentimiento generalizado en el edificio de La Alpujarra. Allí se trabajaba con felicidad, con ímpetu por transformar Medellín.

Hace poco, en una conversación con varias personas extranjeras, nos preguntaron a un grupo de medellinenses si valía la pena venir a conocer la ciudad; nos encontramos todos dando excusas de la Medellín que tenemos hoy. “Medellín era muy linda, ahora está llena de basura”, “Al Lleras ya no se puede ir”, “ojo con la seguridad”… y yo nos escuchaba y no nos reconocía. ¿Qué pasó con ese orgullo que nos caracterizaba?, ¿a dónde se fue ese amor desmedido por esta ciudad que nos enceguecía y nos hacía venderla incluso con falacias?. Se lo robaron, eso también se lo robaron.

Igual me ha pasado con gente que he conocido que hoy trabaja en la Alcaldía. Se excusan de su labor aún sin uno juzgar el hecho. “Pero yo no soy como ellos”, “esa gente allá cómo roba”, “yo estoy allá por el trabajo, pero yo con esa gente no me meto”. Parece ya un pecado entrar a ese edificio, causa vergüenza para el medellinense honesto portar ese carné.

Este gobierno, en solo tres años, ha logrado los peores escándalos de corrupción, ha cortado la comunicación entre la empresa y el Estado, ha descalificado la academia, nos ha tildado de matones a todos los opositores, ha despotricado de las empresas para las que trabajamos, se ha burlado de lo que somos, nos ha dividido, nos usurpó la confianza, disminuyó nuestra esperanza, se nos robó hasta el orgullo.

Pero su cuenta regresiva ya empezó, la ciudadanía hoy está más activa que nunca, ya hasta vemos y debatimos audiencias penales como parte de nuestro día a día. Este fondo que tocamos nos está sirviendo de impulso, de energía para construir esa Medellín que queremos ser. Se nos han llevado todo, menos la fuerza para comenzar de nuevo.

Otros escritos de este autor: https://noapto.co/manuela-restrepo/

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